Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la tasa de inflación podría promediar un 7,4 por ciento a nivel global este año. ¿Y qué es la inflación? La inflación es un aumento en los precios de los bienes y servicios de una economía durante un periodo de tiempo. Cuando oímos que hay inflación significa que los precios han subido o se han «inflado», de ahí su nombre.
Por eso no ha de sorprendernos que en los últimos meses cuando visitamos la gasolinera o el supermercado los precios que encontramos nos hacen pensar si de verdad necesitamos comprar lo que tenemos en las manos. El mejor ejemplo de lo que recién mencionamos es la compra de carne y cualquier otro producto derivado de los animales. La carne, huevos, leche y el pescado cuestan un 14% más que hace un año atrás. En los Estados Unidos se estima que una persona consume 274 libras de carne al año.
La pregunta que nos hacemos es ¿podría la inflación ser beneficiosa para el planeta? Tal vez, la misma podría ser un agente de cambio para la manera en que los residentes de los Estados Unidos se relacionan con la comida. A pesar de que el hambre y la inseguridad alimentaria son problemas reales, no solo en los Estados Unidos si no en el mundo entero, lo cierto es que las personas con poder adquisitivo hoy en día tienen más opciones para comer que cualquier otro período en la historia humana.
El cambio climático ha llevado a muchos a escoger una dieta vegetariana o “plant-based” y alejarse de los productos animales, pero todavía no hay tantas personas que hayan adoptado este estilo de vida como para crear un cambio real.
Los precios de las frutas y verduras han aumentado un 7,8 por ciento durante el último año, aproximadamente la mitad que los de la carne y un poco menos que los productos lácteos, que han aumentado un 9,1 por ciento. Es de conocimiento popular que los productos animales producen gases de efecto invernadero al doble de la tasa de los alimentos de origen vegetal, en palabras simples mientras más carne, o productos animales, consumamos más gases de efecto invernadero se acumularán en la atmósfera y más abonaremos al cambio climático.
Según los economistas a nivel mundial no se prevé que por el momento los precios de la carne y los lácteos bajen. Si bien los hogares pobres y con inseguridad alimentaria ya están estirando sus presupuestos tanto como sea posible, las personas con más opciones tienen el lujo relativo de ver la inflación como el empujoncito que necesitan para no comer carne en el almuerzo o solo hacerlo dos veces por semana.
Ya veremos si las personas estarán dispuestas a hacer el cambio a una dieta basada en frutas o verduras, temporera o permanentemente, o continuarán con sus hábitos alimenticios usuales a expensas de su bolsillo y lamentablemente del planeta.