La humanidad camina por una cuerda floja climática. La Conferencia sobre Cambio Climático COP26 ofreció una vez más tender una red que nos salve de caer en un punto atmosférico sin retorno.
Lamentablemente, el ejército de cabilderos de la industria de combustibles sucios asistentes a la cumbre y sus aliados en el poder hicieron todo lo posible para que fracasara.
Tras dos semanas de intensas negociaciones, y pese a los enormes obstáculos, la COP26 logró notables avances:
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28 nuevos países, gobiernos regionales y entidades del sector privado se unieron a la Alianza de la Energía sin Carbón, y más de 40 países firmaron la declaración de Transición Global del Carbón a la Energía Limpia. Además, importantes organizaciones filantrópicas y de investigación acordaron acelerar la transición a una economía de energía limpia.
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Más de 100 países acordaron reducir sus emisiones de metano en un 30% para 2030 en virtud de la Promesa Global de Metano, una iniciativa liderada por Estados Unidos y la Unión Europea.
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Más de 100 países, dueños de flotas de vehículos y compañías automotrices se comprometieron a vender solo vehículos de cero emisiones para 2040 globalmente, y para 2035 en los mayores mercados.
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Más de 100 países firmaron un acuerdo para detener y revertir la deforestación para 2030. El pacto incluye $19.200 millones en financiación privada y pública para apoyar campañas de conservación de terrenos.
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Casi 40 países, incluyendo Estados Unidos, se comprometieron a acabar con su apoyo internacional a los combustibles fósiles y casi 500 firmas financieras acordaron ajustar $130 billones (trillions) —el 40% de los activos financieros globales— a las metas climáticas establecidas en el Acuerdo de París.
La COP26 también demostró el vigor y entusiasmo del activismo climático global, encabezado por miles de jóvenes, indígenas y miembros de las comunidades en primera línea de la contaminación en una manifestación de 100.000 personas que marcharon por las calles de Glasgow rechazando promesas huecas y exigiendo verdadera acción climática.
El Pacto Climático de Glasgow establece un método para revisar y realzar las metas de emisiones para 2030 y mantener viva la meta de 1,5 grados centígrados de calentamiento, insiste en la financiación de la lucha climática en los países emergentes por parte de las naciones ricas y vislumbra el fin de los subsidios a los combustibles sucios. Sin embargo, la cumbre fracasó en su intento de acabar con las emisiones climáticas para 2050 y limitar a solo 1,5 grados centígrados el calentamiento de la atmósfera.
Este fracaso se lo debemos en gran parte a los extraordinarios esfuerzos de sabotaje de la industria de combustibles fósiles, cuya delegación de más de 500 representantes en la cumbre superó la de cualquier otra nación. Para todos ellos fue fácil superar las restricciones de viaje debido a COVID-19, el injusto acceso a las vacunas y el alto costo de asistencia que impidieron la participación de cientos de delegados del Hemisferio Sur.
Aún así, los mercados financieros mundiales confirman que la energía sucia tiene los días contados. Según un estudio de Bloomberg Energy, financiar un proyecto de combustibles fósiles cuesta casi siete veces más que uno de energía limpia. Instituciones de todo el mundo han desinvertido casi $40 billones (trillions) en energía sucia. Y en otro ejemplo del deceso del carbón, Southern Co., el segundo peor contaminador de carbón del país, anunció que retirará la mitad de sus plantas carboneras.
Por más que la industria de energía sucia insista en zarandear la cuerda floja, el resto de la humanidad sigue con paso firme en la lucha climática.
Humanity on a Tightrope
Humanity is walking on a climatic tightrope. The COP26 Climate Change Conference tried once more to build a safety net that keeps us from falling into an atmospheric point of no return.
But the army of lobbyists the dirty energy industry brought to the summit and their allies in power did all they could to make it fail.
After two weeks of intense negotiations, and in the face of enormous obstacles, COP26 managed to score remarkable achievements:
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Twenty-eight new countries, subnational governments, and private sector entities joined the Powering Past Coal Alliance, and over 40 countries signed the Global Coal to Clean Power Transition statement. Also, major philanthropic and research institutions agreed to strengthen their efforts to accelerate the transition to clean, renewable energy.
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More than 100 countries agreed to cut their methane emissions by 30 percent by 2030 under the Global Methane Pledge, an initiative led by the United States and the European Union.
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More than 100 governments, fleet owners and vehicle manufacturers pledged to sell only zero-emission vehicles by 2040 globally, and by 2035 in leading markets.
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More than 100 countries signed an agreement to halt and reverse deforestation by 2030. The agreement includes $19.2 billion in public and private funding to support land conservation efforts.
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Almost forty countries, including the United States, pledged to end their international support for fossil fuels and nearly 500 global financial services firms agreed to align $130 trillion–approximately 40 percent of global financial assets–with the climate goals set out in the Paris Agreement.
COP26 also showcased the vigor and enthusiasm of global climate activism, led by thousands of young people, Indigenous Tribes, and frontline communities during a march of 100,000 in the streets of Glasgow, rejecting hollow promises and demanding true climate action.
The Glasgow Climate Pact establishes a pathway to revise and enhance 2030 emissions goals to keep the 1.5 degrees Celsius limit alive, insists on the financial assistance that developed countries need to provide to countries struggling with climate impacts, and envisions the end of fossil fuel subsidies. The summit, however, failed to secure a path to achieving global net zero carbon emissions by 2050 or reaching the goal of limiting warming to 1.5 degrees Celsius.
And we owe this failure in large part to the extraordinary sabotage efforts by the dirty energy industry, whose delegation of more than 500 lobbyists surpassed that of any attending country. For all of them, it was easy to overcome the COVID-19 travel restrictions, inequitable vaccine access, and high costs of attendance that kept hundreds of delegates from the Global South from participating.
Regardless of all these adversities, international financial markets confirm that the days of the fossil fuel industry are numbered. According to a Bloomberg Energy report, financing a dirty energy project is almost seven times more expensive than one of clean, renewable energy. So far, institutions the world over have dropped almost $40 trillion in fossil fuel investments. And in yet another example of coal’s demise, Southern Co., the second worst coal polluter in the US, announced that it will retire half of its coal-burning plants.
No matter how hard the fossil fuel industry shakes the rope, the rest of humanity’s climate fight continues steadily.