La próxima vez que comas fruta o verdura, da las gracias a las campesinas que se parten el espinazo recolectándolas en condiciones inhumanas. Calor extremo, exposición a pesticidas, abusos sexuales y vulnerabilidad a COVID-19 contribuyen a que el trabajo de estas mujeres sea de los más arriesgados del país.
En el caso de los graves peligros del calor excesivo, el ganado goza de más protecciones que las campesinas. Entre 1992 y 2017, las altas temperaturas causaron la muerte de 815 trabajadores y enfermaron gravemente a más de 70.000. Quienes más sufren esta amenaza son los campesinos y campesinas, debido a su agotadora labor de sol a sol, sin acceso a agua fresca, lugares con sombra ni descansos obligatorios.
“Los Centros para el Control de Enfermedades recomendaron en 1972 que el gobierno federal estableciera un estándar de estrés por calor para los trabajadores”, dice María de Luna, directora de Política y Defensa de la Alianza Nacional de Campesinas (ANC). “Pero nada se ha hecho en casi 50 años. Lo que ya tenemos es un estándar de calor para proteger al ganado, pero no a los trabajadores del campo”.
La crisis climática empeora aún más esta grave amenaza. Las altas temperaturas y la deshidratación pueden causar males respiratorios, cerebrales y cardiovasculares, golpe de calor y la muerte.
Estas heroicas campesinas arriesgan también su salud al estar expuestas a pesticidas de gran toxicidad. Según la ANC, cada año, se aplican 1,1 millones de libras de pesticidas y herbicidas en Estados Unidos, lo cual causa hasta 20.000 envenenamientos. Esta exposición puede causar cáncer, infertilidad y trastornos neurológicos.
“Los campesinos y campesinas sufren más enfermedades de origen químico que cualquier otro grupo laboral del país”, dice Milly Treviño-Sauceda, directora ejecutiva de la ANC. “En California, por ejemplo, hay comunidades campesinas cuyos hijos tienen necesidades médicas especiales por la exposición a los pesticidas de sus madres”.
Calor extremo y exposición a los pesticidas, sin embargo, no son los únicos peligros que confrontan estas mujeres. Según un estudio de la Universidad de California, Santa Cruz (UCSC), hasta el 80% de ellas ha sufrido acoso sexual.
“En un reporte que realizamos nosotras entre 60 campesinas, vimos que nueve de cada diez sufrieron acoso sexual en el campo o en el hogar”, dice Treviño-Sauceda. “Esto es algo perverso. Es muy rara la compañía agrícola que no ha tenido problemas de acoso sexual. Como están apartadas en los campos, el muy fácil violar y ultrajar”.
El estudio de la UCSC también indica que menos del 7% del total de casos de abusos se reporta, ya que la inmensa mayoría de ellas carece de estatus migratorio legal y que hasta el 97% de las que lo reportan sufre represalias de los abusadores o empleadores.
Durante la pandemia, a las campesinas se las considera trabajadoras esenciales, pero con demasiada frecuencia esta distinción es meramente nominal.
“En muchísimas compañías vimos que no se tomaron las necesarias precauciones para evitar contagios y debido a que muchas carecen de seguro médico, fueron a trabajar enfermas”, dice Treviño-Sauceda.
Las consecuencias han sido terribles. Un estudio de Purdue University concluyó que unos 9.100 trabajadores agrícolas han muerto de unos 554.000 casos de COVID-19.
“¡Ya basta!”, clama la ANC y exige que se tomen soluciones para acabar con estos abusos, como la aprobación de la Ley de Prevención de Enfermedades y Muertes por Calor, la Ley de Protección de los Niños contra los Pesticidas, la Ley de Prevención de Violencia contra las Mujeres y la Ley de Ciudadanía para Trabajadores Esenciales.
La sociedad se lo debe a estas campesinas por ser esencialmente heroicas.
Essentially Heroic Women
The next time that you eat fruits or vegetables, thank the campesinas whose back-breaking labor under inhumane conditions brings them to your table. Extreme heat, pesticide exposure, sexual abuse, and vulnerability to COVID-19 make these womens' job one of the country’s riskiest.
When it comes to the grave dangers of excessive heat, cattle enjoy more protection than campesinas. Between 1992 and 2017, high temperatures caused the deaths of 815 workers and gravely sickened 70,000. The ones who are most impacted by this danger are farm workers because of their exhausting toiling under the hot sun, without access to cool water, shady spaces or mandatory breaks.
“The Centers for Disease Control recommended in 1972 that the federal government established a heat stress standard for workers,” says María de Luna, director of Policy and Advocacy at the National Alliance of Campesinas (NAC). “But nothing has been done in almost 50 years. What we do have is a federal heat standard to protect cattle, but not for farm workers.”
The climate crisis makes this situation even worse. High temperatures and dehydration can trigger respiratory, brain and cardiovascular illnesses, heat stroke and death.
These heroic campesinas also risk their good health by being exposed to pesticides of great toxicity. According to NAC, each year, 1.1 million pounds of pesticides and herbicides are sprayed on the country’s fields, which causes some 20,000 poisoning cases. This exposure can trigger cancer, infertility, and neurological disorders.
“Pesticide exposure causes farmworkers to suffer more chemical-related injuries and illnesses than any other workforce in the nation,” says Milly Treviño-Sauceda, executive director of NAC. “In California, for instance, there are clusters of campesina communities whose children have special medical needs because of their mothers’ pesticide exposure.”
But extreme heat and pesticide exposure are not the only dangers these women confront. According to a study by the University of California, Santa Cruz (UCSC), up to 80 percent of them have suffered some form of sexual abuse.
“In a report we conducted among 60 of our members, we found that nine out of 10 had suffered sexual abuses in the fields or in their own homes,” says Treviño-Sauceda. “This is something perverse. It’s very rare for any agricultural company not to have had instances of sexual abuse. Since they are isolated in the fields, it’s very easy for them to be raped or violated”.
The UCSC study also found that less than seven percent of the cases of sexual abuse are reported, in part because the vast majority of campesinas lack legal immigration status and that up to 97 percent of them suffer reprisals from their abusers or employers.
Moreover, during the pandemic, campesinas are considered essential workers, yet all too often that distinction turns out to be just a phrase.
“Very many companies did not take the necessary precautions to avoid contagions and because many of the campesinas lack health insurance, they had no option but to go to work sick,” Treviño-Sauceda adds.
The consequences have been terrible. A Purdue University study found that some 9,100 farm workers have died of COVID-19 out of 554,000 cases.
“Enough!”, clamor Treviño-Sauceda and the 700,000 campesinas her organization represents. They are demanding that solutions must be taken to put an end to these abuses, such as the passage or reauthorization of the Asunción Valdivia Heat Illness and Fatality Prevention Act, the Protect America's Children from Toxic Pesticides Act, the Violence Against Women Act and the Citizenship for Essential Workers Act.
Society owes it to these women for being essentially heroic.