Con cada nuevo estudio, se confirma la peligrosidad y letalidad de los combustibles fósiles, especialmente para comunidades como la nuestra.
Un informe de un consorcio de prestigiosas universidades, incluyendo Harvard, indica que en 2018 los venenos procedentes de la quema del petróleo, gas y carbón causaron la muerte prematura de 8,7 millones de personas en el mundo. Los científicos calificaron los resultados de “pasmosos”, “devastadores” o “demoledores”, y concluyeron que esta contaminación provocó una de cada cinco muertes ese año.
El reporte agrega que sin esta contaminación la expectativa de vida de la humanidad aumentaría en un año y que la economía y salud mundiales ahorrarían casi $3 billones (trillions) anuales. El principal componente de estos venenos es la materia particulada, un microscópico subproducto de la quema de hidrocarburos, que se aloja en los rincones más remotos de los pulmones y puede causar graves enfermedades coronarias.
Este “asesino silencioso”, como lo llamó uno de los investigadores, es la misma causa del incremento de abortos espontáneos en mujeres que viven en zonas altamente contaminadas, como Pekín o partes de Utah. Estudios revelan que la materia particulada puede abrir una brecha en la placenta y alcanzar al feto en el útero.
Asimismo, un estudio del University College de Londres reveló que esta contaminación aumenta significativamente el riesgo de ceguera debido a la degeneración macular en personas mayores de 40 años que viven en zonas contaminadas. En las áreas muy contaminadas, el riesgo aumenta en al menos un 8%.
La industria de combustibles fósiles, por otro lado, sufre otro tipo de ceguera, la provocada por la codicia de un modelo comercial que incluye la destrucción de la atmósfera del planeta y le impide ver su ruinoso futuro. 2020 fue el peor año de la historia de este sector. Exxon —pese a haber exagerado sus activos— registró su primer año de pérdidas, $22.400 millones, y su primera reducción de dividendos en siete décadas. Y otro gigante, BP, perdió $18.000 millones.
Esta fosilización general de la industria quedó expuesta ante el mundo entero durante la debacle energética que sufrió Texas en una de las peores olas de frío de su historia. Millones de texanos —especialmente latinos y negros— quedaron sin electricidad ni agua potable en medio de temperaturas congelantes que causaron la muerte de decenas de personas. La red eléctrica de Texas —la cual depende abrumadoramente de combustibles fósiles y no está preparada para el clima extremo— quedó literalmente congelada. El Gobernador Greg Abbott culpó a la energía limpia del desastre, para luego retractarse. Mientras, en la Antártica, las turbinas de viento siguieron generando electricidad, al igual que los paneles solares de la Estación Espacial Internacional a -454 grados Fahrenheit.
El futuro es indudablemente limpio. Desde 2019, en Estados Unidos la energía renovable ha sobrepasado a la carbonera por primera vez en 130 años. Lo mismo ocurrió por primera vez en 2020 en Europa, donde las energías solar y eólica han casi duplicado su capacidad desde 2015.
Según un reciente estudio del Sierra Club, una inversión anual de $1 billón (trillion) en la renovación económica de Estados Unidos crearía 15 millones empleos bien remunerados —suficientes para acabar con la actual crisis laboral— y reduciría las emisiones climáticas en casi la mitad para 2030. Esto incluye 5 millones de empleos para mejorar la infraestructura de agua limpia y transporte, más de 4 millones para expandir la energía renovable y casi 4 millones para restaurar terrenos y fomentar la regeneración de la agricultura. Este plan beneficiaría particularmente a nuestra comunidad.
Durante décadas los latinos hemos sufrido en silencio el desproporcionado castigo de la contaminación de combustibles fósiles. Es hora de alzar nuestra voz por un futuro limpio y próspero.
A "Silent Killer"
With each new study, we are learning fossil fuel pollution is much more dangerous and lethal than presumed, especially to communities like mine.
A study by a group of universities, including Harvard, revealed that in 2018 the poisons emitted by the combustion of oil, gas and coal caused the premature death of 8.7 million people around the world. Researchers called the findings “astounding,” “devastating,” “staggering,” and concluded that this pollution accounted for one of every five deaths on the planet that year.
It adds that if fossil fuels were eliminated from human activity, life expectancy would increase by one year worldwide, and the economy and public health systems would save almost $3 trillion. The main culprit in these poisons is particulate matter, a microscopic byproduct of fossil fuel combustion, which lodges itself in the most remote corners of the lungs and can cause severe coronary disease.
This “silent killer,” as one of the researchers called it, is the same cause of the increase of spontaneous miscarriages in women who live in highly polluted areas, such as Beijing and some parts of Utah. Studies reveal that particulate matter can breach the placenta and potentially reach the fetus in the womb.
Likewise, a study by University College of London found that this pollution significantly increases the risk of blindness due to macular degeneration in people older than 40 who live in polluted areas. In very polluted regions, the risk goes up by at least 8 percent.
The fossil fuel industry, on the other hand, suffers from another type of blindness, one triggered by the greed of a business model that includes the destruction of the planet’s atmosphere and that keeps it from seeing its ruinous future. 2020 was the worst year in this industry’s history. Exxon—even though it overstated its assets—registered its first-ever loss, $22.4 billion, and its first dividend reduction in seven decades. Another giant, BP, lost $18 billion.
This general fossilization of the industry was exposed to the entire world by the electric power debacle that Texas suffered during one of the worst cold spells in its history. Millions of Texans—especially people of color and low-income households— were left without electricity and running water in the middle of freezing temperatures that caused the death of dozens of people. Texas’s electric grid—which overwhelmingly relies on fossil fuels and the Texas government never bothered to winterize it—literally froze. Governor Gregg Abbott was quick to blame renewable energy for the catastrophe only to walk it back later. Meantime, in the Antarctic, wind turbines kept generating power, as did the solar panels on the International Space Station in -454 degrees Fahrenheit.
The future is undeniably in clean energy. In 2019, renewable energy surpassed coal generation for the first time in the US in 130 years. The same happened in 2020 in Europe, where both wind and solar have doubled their capacity since 2015.
According to a recent report by the Sierra Club, investing $1 trillion a year for 10 years would create and sustain over 15 million good jobs —enough to end the current unemployment crisis—and cut climate pollution almost in half by 2030. This includes over 5 million jobs to upgrade our infrastructure for clean water and transportation, over 4 million jobs to expand renewable energy and energy efficiency, and nearly 4 million jobs to restore our lands and support regenerative agriculture. This plan would particularly benefit people of color, including my Latino community.
For decades, we Latinos have suffered the disproportionate punishment of the fossil fuel pollution in silence. It’s time to raise our voices to demand a clean and prosperous future.