Adaptado al español por Fabián Capecchi del artículo original de Charly Wilder publicado en The New York Times
Desde lo alto de la gran pirámide de la antigua ciudad maya de Calakmul al sur de la península de Yucatán en México, se puede ver el camino hasta Guatemala. La jungla se extiende infinitamente en todas direcciones, un océano verde salpicado solo por los picos escalonados de las pirámides de otros dos templos mayas.
Calakmul fue una de las ciudades más grandes y poderosas del mundo maya, pero ahora se encuentra en ruinas, a horas del centro urbano más cercano y rodeada por la Reserva de la Biosfera de Calakmul, una de las franjas más grandes de bosque tropical intacto en las Américas.
Era temprano en la noche y los monos aulladores negros se estaban despertando. Por debajo del dosel del bosque llegó el rugido del animal terrestre más ruidoso del mundo, una de las muchas especies en peligro de extinción que viven aquí, junto con pumas, tucanes, monos araña y coatíes. Quizás lo más importante es que la selva de Calakmul alberga la mayor concentración de jaguares en México.
Los jaguares son animales escurridizos que, si se ven amenazados, pueden lacerar un cráneo con un solo mordisco. Incluso los rastreadores altamente capacitados necesitan muchos días, o semanas, para encontrar jaguares en la naturaleza. El objetivo principal de mi viaje a Calakmul fue explorar el hábitat donde recientemente el jaguar está prosperando, comprender mejor su importancia y las presiones ambientales que enfrenta.
Los mayas, al igual que otras civilizaciones antiguas de México, adoraban al jaguar como una deidad, creyendo que gobernaba el inframundo y podía moverse entre mundos a voluntad. En las culturas precolombinas, las imágenes de jaguares aparecen en máscaras, tronos, relieves y esculturas. Los antiguos gobernantes y guerreros se adornaban con cráneos, pieles, colmillos y garras de animales.
Cuando los arqueólogos excavaron Calakmul a principios del siglo XX, descubrieron la tumba de su gobernante más importante, llamado Garra de Jaguar. Las poblaciones cercanas tienen templos enteros dedicados al animal, cuyo rango alguna vez se extendió por las Américas, desde el actual Maryland, el noroeste del Pacífico hasta la punta de América del Sur.
La caza, la deforestación y la expansión urbana han reducido ese rango a menos de la mitad de lo que era antes, y las poblaciones del animal han estado en declive durante mucho tiempo. Pero en México, una alianza de ecologistas, organizaciones no gubernamentales y comunidades locales se han embarcado en un ambicioso proyecto de conservación, como parte de una misión más amplia para salvar las selvas de Yucatán. En México, la cantidad de jaguares ahora está creciendo, aumentando a 4.766 animales en 2018 de 4.025 que había en 2010, una prometedora señal de que las estrategias de conservación están funcionando.
“El jaguar es una especie paraguas, es decir, que al proteger al jaguar estás protegiendo a todas las demás”, dijo Gerardo Ceballos, ecólogo y conservacionista que ha estado trabajando con jaguares en la región durante casi 25 años.
En 2005, el Dr. Ceballos fundó la Alianza Mexicana para la Conservación del Jaguar, con sede en la Ciudad de México, y ha realizado algunos de los estudios más completos de la especie, tomando muestras de pelaje, estiércol y parásitos, y rastreando al animal con cámaras trampa y collares localizadores. El trabajo de la alianza es más importante que nunca ahora que se acerca la finalización de una controvertida línea ferroviaria nueva que dividirá en dos la Reserva de la Biosfera de Calakmul. El Tren Maya de 948 millas comenzará en Chiapas y viajará al noreste hacia Cancún, transportando turistas desde los balnearios de la costa caribeña hasta los sitios arqueológicos del interior. Los opositores al proyecto citan daños ambientales y desalojos ilegales, entre otras preocupaciones; obtuvieron una orden judicial temporal en 2020, pero a fines de 2021 el gobierno mexicano reanudó la construcción.
Una vez que se conoció la noticia de que la población de jaguares estaba aumentando, el gobierno acordó cambiar la ruta del tren de acuerdo con las necesidades de conservación. También acordó tentativamente ampliar la Reserva de la Biosfera de Calakmul a casi 1.8 millones de acres, conectándola con otras reservas en el área.
Una gran parte del trabajo de conservación de la Alianza Mexicana para la Conservación del Jaguar, ha sido lograr acuerdos entre el gobierno y las comunidades agrícolas locales llamadas ejidos. Muchos ejidos de Calakmul ahora están pasando de la ganadería, la agricultura y la tala ilegal al trabajo de conservación, incluido el manejo forestal comunitario y el cultivo sostenible de productos orgánicos, como la nuez de Ramón o la miel de Melipona.
“En los últimos 20 años, perdimos 1.8 millones de hectáreas de bosque”, dijo el Dr. Ceballos, autor principal de un estudio fundamental de 2015 sobre lo que se conoce como la sexta extinción masiva. Para él, el programa jaguar siempre ha sido parte de un proyecto más amplio: salvar el rico ecosistema selvático de México antes de que sea demasiado tarde.
En el Sierra Club aplaudimos a estos valientes mexicanos que dedican sus vidas a salvar a este animal emblemático de la cultura mesoamericana, e inspiran a otros a emprender esfuerzos similares de conservación ambiental.