(English follows)
La Corte Suprema otorgó el 18 de junio una gran dosis de alivio a los 700.000 beneficiarios de DACA. El tribunal dictó que las razones que la administración Trump usó para acabar con el programa son “arbitrarias y caprichosas”.
DACA permite que los jóvenes que llegaron a este país antes de los 16 años de edad logren licencias de manejar, autorizaciones para trabajar y educaciones universitarias. Ahora, los jóvenes cuyo futuro depende de este programa ya no tienen que temer perder sus empleos, ser separados de sus familias o ser deportados a otros países que no han visto desde que eran niños.
Ahora podrán seguir contribuyendo a su país. Unos 27.000 de ellos son trabajadores de la salud en primera línea del combate contra la pandemia de COVID-19. Otros son maestros, miembros de las fuerzas armadas o dueños de negocios. Su presencia refuerza nuestras comunidades. Sus hogares están aquí.
Por desgracia, esta victoria podría ser temporal. La administración Trump podría tratar de acabar con este popular y exitoso programa usando otra vía —particularmente si logra un segundo mandato. Por ello es que el Congreso tiene que implementar una ruta hacia la ciudadanía permanente para los Soñadores y los inmigrantes indocumentados.
Aún así, esta decisión representa un poderoso rechazo a la agenda antiinmigrante y supremacista blanca de la administración Trump. Desde 2017, la administración ha usado a los inmigrantes como chivos expiatorios, los ha castigado, detenido y deportado, en algunos casos causándoles la muerte. Acabar con DACA, junto con construir el muro, han sido las promesas fundamentales de Trump. Pero la realidad es que grandes mayorías apoyan una vía hacia la ciudadanía para los Soñadores e inmigrantes indocumentados, y se oponen a la crueldad contra las familias que vienen a este país en busca de una vida mejor.
Este, sin embargo, no es el caso de las partes más reaccionarias de la base trabajadora de Trump, y su administración lo sabe. Usan retórica y actos antiinmigrantes para comprar su asentimiento e instaurar políticas que les perjudican, como cortes fiscales para los ricos, abandonar programas gubernamentales y desmantelar protecciones ambientales. Esto se puede ver quizá más claramente en la frontera con México, donde la administración Trump ha anulado 30 leyes ambientales para construir su muro. Los saguaros destruidos y millas de nuevas carreteras a lo largo de parajes prístinos dejan claro que la guerra de Trump contra los inmigrantes ha resultado ser también una guerra contra ecosistemas frágiles, escasos recursos hidráulicos y especies en peligro de extinción.
Afortunadamente, la política de supremacía blanca de la administración Trump no es popular y está sitiada por las cortes. También confronta una oposición masiva en las fuerzas armadas, en la economía y en las calles, donde miles de afroamericanos y sus aliados han exigido el fin de la brutalidad policial y los sistemas judiciales racistas. Nos encontramos en la peor crisis económica desde la Gran Depresión. Este país se ha alzado para decir que ahora es el momento de examinar los presupuestos de los servicios de inmigración y fuerzas policiales y reevaluar sus papeles. Se deben centrar en la salud, seguridad y bienestar de nuestras comunidades. Ahora es el momento de dejar claro que no queremos niños enjaulados en prisiones ni centros de detención de inmigrantes.
Lo que queremos —y por lo que estamos luchando— es justicia, inclusión y un futuro más brillante para todos nuestros jóvenes. Y nuestros movimientos sociales, los cuales facilitaron la decisión de la Corte Suprema, son los que me hacen creer que vamos a triunfar.
This Country Needs Dreamers
On June 18th, nearly 700,000 DACA recipients were granted a major reprieve from the Supreme Court, which ruled that the reasons the Trump administration had given for terminating the program were “arbitrary and capricious.”
DACA allows young people who came to this country before age 16 to get driver’s licenses, work authorizations, and college educations. Now, the young people who rely on it no longer have to fear losing their jobs, being separated from their families, or being deported to countries they haven’t seen since they were children.
Instead, they’ll be able to continue to contribute to their country. About 27,000 of them are health-care workers on the frontlines of the COVID-19 pandemic. Others are teachers, members of the military, or small business owners. Their presence strengthens our communities. Their homes are here.
Unfortunately, this victory might only be temporary. The Trump administration could try to end this popular, successful program under a different rationale -- particularly if granted a second term. That’s why Congress needs to implement a pathway to permanent citizenship for Dreamers and undocumented immigrants.
Still, this ruling represents a powerful blow to the Trump administration’s anti-immigrant, white supremacist agenda. Since 2017, the administration has scapegoated, punished, detained, and deported immigrants -- in some cases leading to their deaths. Ending DACA, along with building the wall, has been one of Trump’s signature promises. But the reality is that large majorities of people in this country support a path to citizenship for Dreamers and undocumented immigrants –– and oppose the cruelty inflicted on families who have come to this country to make a better life.
That isn’t true of the most reactionary parts of Trump’s white working-class base, though, and this administration knows it. They use anti-immigrant rhetoric and actions to buy their consent for policies that harm them -- things like tax cuts for the rich, starved government programs, and gutted environmental protections. You can see it perhaps most clearly at the US-Mexico border, where the Trump administration has issued 30 waivers of environmental laws in its quest to build the wall. The uprooted saguaros and miles of new roads through pristine wilderness areas attest: Trump’s war on immigrants has turned out to also be a war on fragile desert ecosystems, scarce water resources, and endangered species.
Thankfully, the Trump administration’s white supremacist politics are not only unpopular and under fire from the courts. They’re also facing mass opposition in the military, across the economy, and in the streets, where thousands of Black people and their allies have demanded an end to police brutality and racist criminal justice systems. We’re in the worst economic crisis since the Great Depression. This country is rising up to say that now is the time to scrutinize the budgets of immigration enforcement and police, and rethink their roles, while centering the health, safety and well-being of our communities. Now is the moment to make clear that we don’t want youth caged in prisons or immigrant detention centers.
What we want -- and what we’re fighting for -- is justice, inclusion, and a brighter future for all our young people. And our movements, which set the stage for today’s ruling, are what makes me believe that we will win.