Artículo original de Fabián Capecchi.
La enorme cicatriz infligida a las montañas y valles puede verse a lo largo de cientos de millas. En marcial fila india miles de silenciosos pilares de acero clavados en la tierra, como alfileres en la carne permanecen en pie desafiantes. Es el muro de la frontera entre los Estados Unidos y México.
Este monumento a la megalomanía, que luce desafiante, pero minúsculo ante la inmensidad de la naturaleza que los rodea, tarde o temprano desaparecerá rebasado por ella.
Por el momento, ha logrado su cometido, cortar en dos a un hermoso territorio salvaje que llevaba millones de años sin haber sido alterado. De momento la acción depredadora se ha detenido. Las máquinas que aplastaron todo cuanto se les interponía, intentando doblegar a la naturaleza y dejando enormes parches sin vida en los alrededores de la construcción, se ven aún allí, como dinosaurios inmóviles, esperando, acechando.
El daño al medio ambiente es simplemente incalculable. En un insensato arrebato de locura, la capa vegetal le fue arrancada a la tierra, las laderas de las montañas fueron dinamitadas con explosivos desfigurando el terreno y los cursos de agua y ríos fueron bloqueados o cortados en dos.
Los cactus gigantes llamados saguaros, que pueden vivir siglos y otras especies de plantas yacen apilados a ambos lados de la frontera como mudos testigos de la destrucción del medio ambiente en estos últimos 4 años. Los pastizales, los desiertos y los humedales muestran las cicatrices de los equipos que tallaron el paisaje. Donde antes había árboles y cactus, hay tramos de tierra desnuda, en carne viva, raspada por vehículos de construcción.
En las colinas cercanas a la frontera, donde un pozo durante meses estuvo bombeando agua para la construcción, ahora está completamente seco. El manantial desapareció durante uno de los años más calurosos y secos registrados, dejando solo un lecho arenoso y polvoriento.
El agua subterránea de acuíferos milenarios que mantienen los pocos humedales y riachuelos donde viven aves, mamíferos, roedores, anfibios y peces ha sido extraída para fabricar cemento. En consecuencia ha disminuido peligrosamente su nivel. Sin el agua que sustenta a miles de especies simplemente estarán condenados a la extinción.
Más de 130 mamíferos, 3.000 especies de plantas (de las cuales 1.000 son endémicas), 178 reptiles, 58 anfibios, más de 500 especies de aves y 110 peces nativos de agua dulce, están amenazados de desaparecer. Piezas irremplazables de un ecosistema frágil y único. Animales endémicos como el berrendo, el borrego cimarrón o la tortuga de lodo de Sonora, se encuentran en grave peligro de extinción y prosperan allí con solo unas pocas pulgadas de lluvia al año.
Los animales que migran, como Jaguares, ocelotes, bisontes, berrendos, coyotes, etc, no saben lo que es una frontera, e infructuosamente buscan la forma de cruzar hacia otras zonas para alimentarse, migrar o aparearse, al no poder hacerlo las poblaciones van quedando aisladas a ambos lados del muro, condenadas a desaparecer.
El Monumento Nacional Organ Pipe Cactus, en Arizona declarada como Reserva de Biosfera por la UNESCO se encuentra en la frontera entre Estados Unidos y México, anteriormente estaba demarcada solo por una cerca que permitía a los animales moverse libremente. Ya no, ahora se encuentra casi completamente cerrada a lo largo de 30 millas.
Igualmente secciones del muro se adentran desafiantes en áreas protegidas del Valle Bajo del Río Grande, aumentando los riesgos de inundaciones y dividiendo en dos el hábitat de bosques subtropicales de ocelotes, jaguares y otras especies gravemente amenazadas.
¿Y ahora qué va a ocurrir con el muro?
En una de sus primeras acciones el presidente Joe Biden ordenó detener la construcción del muro y pidió una revisión de los proyectos así como un plan para redirigir los fondos dentro de los 60 días.
A finales del 2020, la administración Trump había completado 452 millas de muro fronterizo, a un costo estimado de casi $16 mil millones de los contribuyentes estadounidenses y fondos militares desviados. La mitad de toda esa construcción fue hecha en Arizona. Cuando Trump dejó el cargo en enero, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de EE. UU. Dijo que se habían construido alrededor de 226 millas de una nueva barrera de bolardos de acero en el estado.
El período de revisión de 60 días terminó hace más de dos meses. Y las cosas siguen igual. Presionado por respuestas sobre sus planes para el muro fronterizo en los últimos días, el gobierno de Biden no ha dicho nada más. "Las agencias federales continúan revisando los contratos del muro y desarrollando un plan para presentarlo pronto al presidente. Está en una pausa", dijo recientemente a la prensa la secretaria de prensa de la Casa Blanca, Jen Psaki.
En abril se tomaron medidas para enviar miles de millones de dólares de regreso al Pentágono, cancelando todos los contratos en la frontera que usaban fondos originalmente destinados a misiones y funciones militares. Por lo pronto, nadie sabe que va a ocurrir con el muro.
Salvemos el medio ambiente que nos queda
Mientras tanto, grupos ambientalistas y científicos presionan al gobierno de Biden para que sean derribadas secciones del muro que atraviesa algunos de los paisajes con mayor biodiversidad de América del Norte, incluido el área silvestre de la montaña Otay en California, el desierto de Sonora y las islas del cielo en Arizona, el desierto de Chihuahua de Nuevo México y el valle del Bajo Río Grande en Texas, y restaurar esos hábitats clave.
Sin embargo, para determinar cuáles segmentos de la cerca deben desmontarse y cómo reparar el daño que han causado requiere la colaboración de científicos, fondos suficientes y lo más complicado de todo, decisiones políticas atrevidas.
Cientos de especies han sido afectadas y varios ríos bloqueados o flanqueados por las estructuras de acero, muchos sitios necesitan restauración, quizás mucho más de lo que permitirían los fondos existentes. Además, con pocos datos de referencia sobre el estado previo a la construcción de las tierras y aguas de la frontera, puede ser difícil decir cómo se vería la restauración exitosa en algunas áreas.
La coalición formada por el Sierra Club, el Centro para la Diversidad Biológica, Defensores de la Vida Silvestre, y el Centro Ambiental del Suroeste entre otros grupos, ha hecho una lista de los lugares clave donde derribar las barreras traería el mayor bien ambiental, y con esta convencer a la administración de Biden de eliminar lo que consideran las secciones más problemáticas.
Según esta coalición ambiental, sería vital abrir corredores de vida silvestre, por ejemplo en Nuevo México, que es vital para los jaguares y una manada de bisontes que suele cruzar de un lado al otro.
El río San Pedro en Arizona, era el último río que fluía libremente en el estado hasta que el año pasado se construyó un muro a través de él. También es primordial salvar los manantiales de Quitobaquito en el Monumento Nacional Organ Pipe Cactus, hogar del pez cachorrito de Quitobaquito en peligro de extinción y un sitio cultural sagrado para varios grupos de nativos americanos.
Otros expertos como Kurt Vaughn, director de Borderlands Restoration Network (una ONG que restaura paisajes degradados en el sureste de Arizona), sugiere que la prioridad debe ser los manantiales, áreas ribereñas y humedales, todos cruciales para los ecosistemas desérticos.
Quitar el muro puede ayudar a mejorar las perspectivas de algunas especies que viven en ambos países, las que son capaces de cruzar áreas abiertas como los jaguares. Otras necesitarán de un esfuerzo más arduo y complejo, como replantar el bosque.
El Sierra Club aboga porque se llegue a una solución muy pronto. El daño está a la vista, podemos sanarlo, con esfuerzo y decisión pero hay que actuar rápido, las especies silvestres que sobreviven allí no tienen todo el tiempo el mundo para socorrerlas.