Artículo de Fabián Capecchi inspirado en el artículo de Hillary Larson publicado en el SierraClub.com.
Miles de personas en los Estados Unidos no sospechan que esas industrias que tienen cerca de sus hogares son las responsables de envenenar a sus familias. La contaminación por plásticos comienza desde su fabricación, un procedimiento tóxico y racista, pues generalmente esas industrias se instalan cercanas a comunidades de bajos ingresos o de color.
Empresas como Valero y otras instalaciones petroquímicas en los Estados Unidos producen los gránulos de plástico utilizados para fabricar botellas de refrescos, envases de seis paquetes y bolsas de supermercado. La industria de combustibles fósiles ve la producción de plástico como un salvavidas para mantener sus ganancias a medida que cae la demanda en el sector eléctrico y de transporte.
La fabricación de petroquímicos, un precursor de la creación de plástico, representa el 14 por ciento del uso del petróleo y se prevé que represente el 50 por ciento del crecimiento de la demanda de petróleo y gas fracturado para el 2050.
Estas industrias están construyendo sus instalaciones en o cerca de comunidades de bajos ingresos y de color.
Por ejemplo, al este de Houston, los residentes que viven cerca de fábricas de productos químicos se enfrentan a un alto nivel de exposición a productos químicos tóxicos en el aire, el agua y el suelo. Estos productos químicos incluyen benceno, dibromuro de etileno y formaldehído que causan cáncer.
Si la contaminación creada por estas instalaciones tóxicas durante las operaciones normales ya es mala, ahora imaginen el resultado catastrófico cuando algo sale mal.
En marzo de 2019, en Deer Park, al sureste de Houston, un enorme tanque que contiene millones de galones de petroquímicos se incendió, lanzando seis millones de libras de contaminantes al aire en las primeras 24 horas. Se quemó durante cinco días. Esto no fue un incidente aislado. La EPA (Agencia de Protección Ambiental) estima que cada año ocurren 150 "accidentes catastróficos", como incendios o explosiones que liberan productos químicos tóxicos en este tipo de instalaciones.
Otro caso muy famoso que incluso fue llevado al cine, fue la demanda colectiva en 2001 contra la DuPont en West Virginia, por los residentes del valle del río Ohio que habían estado expuestos a un químico en el agua potable. La lucha legal tardó más de dos décadas, hasta que la DuPont acordó pagar a los demandantes $343 millones.
Expandiendo el veneno
En Enero, a una empresa de Taiwanesa con un largo historial de racismo ambiental llamada Formosa Plastics, se le autorizó construir 14 plantas de producción de plástico en Louisiana, pero afortunadamente se ha topado con la firme resistencia de las comunidades que se verían más perjudicadas por la contaminación.
Los residentes de Port Lavaca, Texas, una comunidad mayoritariamente latina, ganaron una lucha legal de décadas para responsabilizar a Formosa Plastic Company por arrojar ilegalmente miles de millones de gránulos de plástico y otros contaminantes en las aguas de los ríos. Esta compañía fue responsable de uno de los peores desastres ambientales en Vietnam, destruyendo los medios de vida de miles de pescadores después de envenenar a los peces al liberar químicos, incluido cianuro, en el océano.
Ahora Formosa Plastics tiene la vista puesta en St. James Parish, Louisiana, que forma parte de una serie de comunidades predominantemente negras que bordean las orillas del río Mississippi desde Nueva Orleans hasta Baton Rouge. Actualmente, la región alberga 32 plantas petroquímicas, una por cada 656 residentes. Los proyectos propuestos por Formosa triplicarían la exposición de los residentes cercanos a la contaminación del aire liberando hasta 1.6 millones de libras de químicos tóxicos anualmente.
Existen planes para construir más de 300 nuevas instalaciones petroquímicas en todo el país, algo catastrófico para nuestro clima: el crecimiento en la producción de plástico produciría las emisiones equivalentes de gases de efecto invernadero de 295 plantas de carbón para 2030.
Estas instalaciones petroquímicas existentes y propuestas son casos claros de racismo ambiental en su peor momento. Historias similares a las de Houston y Louisiana continuarán sucediendo en todo el país siempre que dependamos de una sobreabundancia de productos plásticos baratos, desechables y de un solo uso que duran virtualmente para siempre en nuestro medio ambiente.
En los últimos años, ha habido una protesta pública contra los desechos plásticos, específicamente los artículos de un solo uso. Las comunidades adoptaron medidas, las empresas asumieron compromisos y el Congreso propuso proyectos de ley para abordar el problema, pero aún hay mucho por hacer.
Luego, llegó el coronavirus a arrasar con el mundo, otra catástrofe que está matando de manera desproporcionada a las comunidades de color y es más mortal cuando se vincula con la contaminación del aire. A lo largo de esta crisis del COVID-19, las industrias contaminantes, incluidas los productores de plásticos, al igual que la actual administración de Trump han estado presionando para que se reviertan las protecciones y la aplicación del medio ambiente.
Ciertamente algunos productos plásticos son necesarios en esta crisis de salud como: máscaras, guantes y ventiladores. Así que la industria lanzó una campaña de relaciones públicas en un intento por restaurar su maltrecha reputación, afirmando, sin evidencia creíble, que los plásticos son más seguros que los productos reutilizables. La información falsa fue tan escandalosa que 119 científicos publicaron recientemente una declaración para asegurar al público que los envases y productos reutilizables son seguros de usar durante la pandemia.
Foto por Volodymyr Hyshrenko
Ninguna solución pondrá fin a nuestra crisis del plástico pero, con demasiada frecuencia, toda la responsabilidad recae sobre nosotros como consumidores e individuos. Todos podemos y debemos hacer todo lo posible para usar menos plástico, seguir presionando a los legisladores locales para que impongan prohibiciones y tarifas cuando sea necesario a las bolsas de plástico, y presionar a las empresas a hacer lo correcto. Sin embargo, no podemos proteger a las comunidades sin políticas que también aborden los temas de contaminación plástica desde la raíz, regulando la producción petroquímica.
Afortunadamente, hay legisladores que están trabajando para lograrlo. En febrero, el Senador Tom Udall y el Representante Alan Lowenthal presentaron la Ley Libérate de la Contaminación Plástica (Break Free From Plastic Pollution Act). El proyecto de ley, entre otras cosas, impondría un moratorio a las nuevas instalaciones de producción de plástico e investigará el daño causado por estas cuando envenenan el aire, agua y clima.
Muchos de los esfuerzos realizados por el Sierra Club están orientados a detener el cambio climático, y esto pasa por impedir que sean burladas las leyes que se hicieron para proteger la naturaleza y al ciudadano, en vez de favorecer a las industrias contaminantes. Juntos, debemos seguir exigiendo, tomando acción, y votando para que las empresas y los líderes electos protejan a nuestras comunidades.