This article originally appeared in English in Sierra magazine.
Cuando era niño en el este de Los Ángeles, Álvaro Sánchez aprendió la importancia de la sombra.
Nací en la ciudad de México, pero a los tres años nos mudamos a South Central en Los Ángeles en busca de una vida mejor. Fue duro para mis padres. Trabajaron en la industria de la confección, en maquiladoras. Con el dinero que ganaron regresaron a México para comenzar su propio negocio de confección de ropa. Las cosas salieron bien hasta que llegó el Tratado del Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN) y la industria de la confección estadounidense emigró a México. El negocio de mi familia no podía competir, así que regresamos de nuevo a Los Ángeles cuando tenía 11 años.
La segunda vez vivimos al este de Los Ángeles. Un lugar más familiar, predominantemente hispano, había un movimiento constante de automóviles; no habían muchos árboles sino concreto por todas partes. Fue la primera vez que noté lo caliente que se ponía la ciudad, cuando jugaba al baloncesto mis pies se quemaban por las suelas de mis zapatos. Cuando esperaba el autobús, a menudo durante 30 ó 45 minutos, buscaba la sombra que proporcionaba un poste de luz.
Pasé un verano trabajando en una fábrica de confección de ropa. Me pagaron por pieza. No había ventanas y nadie hablaba. Todo el mundo lo aceptaba, bajaban la cabeza, y usaban auriculares, ocho horas al día. Decidí alejarme de ese tipo de empleo y ayudar a otros a hacer lo mismo.
En el 2012 trabajé un tiempo construyendo viviendas y luego un amigo me dijo que había un puesto vacante en Green for All, una organización que intenta construir una economía verde y sacar a la gente de la pobreza. Obtuve el empleo trabajando en infraestructura verde para aguas pluviales. Trabajamos con empresas de servicios públicos locales para alentar a los vecindarios a instalar pavimento permeable, plantar árboles y mitigar naturalmente los derrames.
Trabajando con diferentes comunidades en todo el país, comencé a notar patrones, aprendí sobre el desarrollo urbano, la línea roja y cómo y por qué se construyeron carreteras en y sobre las áreas de bajos ingresos.
En 2014, comencé a trabajar en el Instituto Greenlining, donde ahora soy el director de equidad ambiental. Una de mis funciones es ayudar a dirigir el 35 por ciento de los ingresos del programa estatal cap and trade (para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero) hacia comunidades prioritarias designadas por el estado. Ellos no sabían lo importante que podía ser la sombra en una parada de autobús en East L.A.
En las afueras de Fresno, descubrimos que mucha gente tenía problemas para llegar al hospital. No era tanto tiempo en automóvil, sino que el viaje en autobús tardaba tres horas. La gente tomaba los Raiteros, taxistas sin licencia que transportan a trabajadores latinos, venían a la ciudad para que la gente pudiera hacer sus citas. Pero conduciendo los viejos Pintos, los raiteros apenas les alcanzaba para llegar a fin de mes y los autos estaban contribuyendo a agravar la contaminación del aire. Entonces, un grupo local ideó un programa de uso compartido de vehículos eléctricos llamado Green Raiteros, los ayudamos a obtener los recursos y la experiencia técnica que necesitaban. Ahora tenemos algunos Chevy Volts: la gente los llama y el servicio les paga a los conductores un salario digno. Es un gran programa.
California tiene una serie de programas de subsidios para vehículos eléctricos, pero están subutilizados. Tengo un amigo en San Diego que está trabajando con el Consejo Lowrider de San Diego para construir un lowrider eléctrico. Cuando esté terminado, lo llevaremos a diferentes vecindarios, lo mostraremos, dejaremos que la gente viaje y lo usaremos como una herramienta para que la gente piense en lo que podría ser.
Este artículo apareció en la edición de septiembre / octubre de 2019 con el título "La importancia de la sombra".
Este artículo fue financiado por la campaña Beyond Coal del Sierra Club (beyondcoal.org).