(English follows)
En Puerto Rico, 3,4 millones de estadounidenses están sin electricidad debido al Huracán María, el cual, como un tornado de 50 millas de diámetro, virtualmente obliteró la infraestructura de la isla. Artículos esenciales, como alimentos y agua, son virtualmente imposibles de distribuir, especialmente en las partes de la isla que sufrieron el peor embate.
Los funcionarios locales temen que no vayan a alcanzar a todos a tiempo. Aún así Donald Trump guardó silencio durante todo el fin de semana en medio de la peor crisis humanitaria desde que el Huracán Katrina devastara Nueva Orleáns. En su lugar, Trump se obsesionó si los jugadores de football se arrodillaban o no durante el himno nacional.
Mientras vemos las primeras imágenes de las secuelas de María, la devastación es extrema. Aunque tropas y algunos suministros han llegado a la isla, la respuesta ha sido vergonzosamente inadecuada. Cuando Irma y Harvey embistieron el continente, todos admiramos cómo gentes de otros estados y comunidades acudieron a ayudar a los necesitados. De hecho, en Puerto Rico los amigos y vecinos de los afectados han trabajado sin cesar para reducir las inundaciones de hogares, retirar desechos de las calles y asistir a los más vulnerables de cada comunidad. Pero hay un límite en lo que estas personas pueden hacer. En las próximas semanas y meses, va a depender más que nada del gobierno federal determinar cuántos de nuestros compatriotas van a sobrevivir y cuándo la isla va a empezar a recuperarse.
Muchos puertorriqueños están aislados del resto del mundo. Las redes sociales y la radio están inundadas de mensajes desesperados de familiares que no han podido contactar con sus seres queridos. Lo único bueno que se puede decir de esto es que ellos no saben que al presidente de Estados Unidos —su presidente— parece no importarle lo que les ocurra.
Mi familia y yo tuvimos el privilegio de visitar Puerto Rico hace anos años. Fuimos para asistir a un festival organizado por el Capítulo de Puerto Rico del Sierra Club para celebrar los tinglares, una especie en peligro de extinción. Nunca olvidaremos la cálida bienvenida que recibimos. Los puertorriqueños mostraron el orgullo de su hermosa isla, incluyendo la campaña de años para proteger una de las partes prístinas de la isla, el Corredor Ecológico del Noreste. Gracias a ellos, las playas de esa región siguen albergando los nidos de los tinglares y no más hoteles, apartamentos y campos de golf.
Solo puedo esperar que al tiempo que recibimos más detalles de los horrorosos daños en la isla y la desesperación de su gente, Donald Trump —o quien sea que esté tratando de gestionar estos días terribles— tendrá la vergüenza de actuar. Esta emergencia exige un esfuerzo absoluto, no promesas ni apoyos vagos.
Incluso si el gobierno federal hace todo lo que debe y puede ahora mismo, Puerto Rico se enfrenta a años, si no décadas, de una dura recuperación. La meta a largo plazo no debe ser simples arreglos aquí y allá. Tenemos la oportunidad de construir un Puerto Rico más fuerte y resistente. Por ejemplo, reemplazar el viejo y obsoleto tendido eléctrico de la isla con energía limpia y renovable sería más saludable para la economía y los habitantes. Una montaña de cinco pisos de tóxicas cenizas de carbón fue una de nuestras mayores preocupaciones mientras se aproximaba el huracán. Increíblemente, esta maravillosa isla recibe la mayoría de su energía del carbón y el diésel. Debemos y podemos hacerlo mucho mejor en Puerto Rico.
Pero por ahora, centrémonos en abastecer a Puerto Rico (al igual que a las Islas Vírgenes y otros vecinos caribeños) de la asistencia humanitaria que necesitan tan desesperadamente. En los últimos días, los miembros y seguidores del Sierra Club han donado $300.000 para ayudar a los esfuerzos de socorro y recuperación en las comunidades que han sido devastadas por María. Si no lo ha hecho ya, por favor, contribuya aquí.
Michael Brune es director ejecutivo del Sierra Club
Foto: US Coast Guard
(English version)
The Shameful Silence of Donald Trump
In Puerto Rico, 3.4 million Americans are without electricity after Hurricane Maria, like a 50-mile wide tornado, virtually obliterated the island's infrastructure. Essentials like food and water are nearly impossible to distribute, especially to the parts of the island that were hit the hardest. Local officials worry they may not reach everyone in time. Yet Donald Trump remained silent all weekend on the worst U.S. humanitarian crisis since Hurricane Katrina crushed New Orleans. Instead, the president obsessed over whether football players stand or kneel during the national anthem.
As images documenting Maria's aftermath begin to appear, we see utter devastation. Although some troops and supplies have reached the island, the response has been grossly inadequate. When Irma and Harvey struck the U.S. mainland, we were all inspired to see people from neighboring communities and states racing to assist those in need -- and indeed in Puerto Rico friends and neighbors have worked tirelessly to flush floodwater from homes, remove debris from the streets, and assist elderly neighbors. But they can only do so much. In the coming weeks and months, it will be largely up to the federal government to determine how many of our fellow Americans will survive and how soon the island can begin to recover.
Many in Puerto Rico are cut off from the outside world right now. Social media and the radio are filled with desperate messages from families that haven’t been able to reach one another. The only good thing about that situation is that they don't know that the president of the United States -- their president -- doesn't seem to give a damn about them.
My family and I had the privilege of visiting Puerto Rico a few years ago. We went there to attend a festival organized by the Sierra Club's Puerto Rico chapter to celebrate the endangered leatherback sea turtle. We'll never forget the warm welcome we received. People were proud of their beautiful island, and they had worked hard for years on a grassroots campaign to protect one of the last unspoiled parts of their coastline, the Northeast Ecological Corridor. Thanks to them, the beaches there continue to host turtle nests instead of more hotels, condos, and golf courses.
I can only hope that as more details emerge about the horrific damage to the island and the desperation of its people, Donald Trump -- or whoever is attempting to manage him these days -- will be shamed into action. This emergency demands an all-out effort -- not vague assurances of support.
Even if the federal government does do all that it can and should right now, though, Puerto Rico will face years and possibly decades on a long, tough road to recovery. The long-term goal should not be to simply patch things up. We have an opportunity to build a stronger and more resilient Puerto Rico. For instance, replacing the island's old, unreliable electrical grid with 100% clean renewable energy would be healthier for both the economy and the people (a five-story mountain of uncovered, toxic coal ash was one of our biggest worries as the hurricane approached). Amazingly, this beautiful, sunny island gets most of its power from coal and diesel oil. We can and should do better for the people of Puerto Rico.
For now, though, let's focus on getting Puerto Rico (as well as the Virgin Islands and our other Caribbean neighbors) the basic humanitarian assistance that they desperately need. In just the past few days, Sierra Club members and supporters have donated $300,000 to support on-the-ground relief and recovery efforts for communities in Maria’s path. If you haven't already, you can contribute here.
Michael Brune is executive director of the Sierra Club
Photo: US Coast Guard