El fantasma de la crisis humanitaria que ocurrió con el agua en Flint, Michigan en el 2014, acecha de nuevo y esta vez a nivel nacional. La Agencia de Protección Ambiental (EPA) anunció el 14 de junio que había descubierto dos peligrosos químicos en numerosos sistemas de agua potable a lo largo de todos los Estados Unidos, que representan un grave peligro para millones de personas en todo el país.
Los agentes tóxicos en cuestión son los PFOA (ácido perfluorooctanoico) y PFOS (sulfonato de perfluorooctano) químicos que son llamados sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS), también conocidas como “productos químicos permanentes” debido a su extrema resistencia a la desintegración. Se han relacionado con diferentes tipos de cáncer, bajo peso al nacer, enfermedad de la tiroides, debilitamiento del sistema inmunológico y otros padecimientos de la salud.
Esta es una batalla de vieja data, una que ya ha dado el Sierra Club anteriormente, en 1972, para ser más precisos, cuando se logró una contundente victoria al aprobarse el Clean Water Act (CWA), la Ley del Agua Limpia, por la que veníamos luchando desde mucho tiempo atrás.
Durante años, las advertencias de muchos ambientalistas, entre los que estuvo el Sierra Club, acerca de la creciente contaminación de miles de cursos de agua de la nación había pasado de un alerta a un llamado de emergencia nacional. Los vertidos de productos contaminantes habían elevado el riesgo de producir terribles enfermedades que afectaban a miles de personas.
El Sierra Club se impuso como uno de sus principales objetivos, dar un contundente apoyo para lograr que fuese aprobada una legislación para detener ese envenenamiento masivo, al defender que el agua limpia era un derecho.
La CWA tuvo como objetivo prevenir, reducir y eliminar la contaminación en el agua de la nación para "restaurar y mantener la integridad química, física y biológica de las aguas de la nación", como se describe en la sección 101 (a) del CWA.
Esta Ley declaró ilegal descargar cualquier contaminante desde una fuente puntual en aguas navegables, a menos que se obtuviera un permiso: el programa de permisos del Sistema Nacional de Eliminación de Descargas de Contaminantes (NPDES) de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) controla las descargas. Las fuentes puntuales son medios de transporte discretos, como tuberías o zanjas hechas por el hombre.
A nivel nacional, el exigir el uso de permisos de control de fuentes puntuales logró avances significativos, y muchas aguas, particularmente en áreas industriales y alrededor de las grandes ciudades, se volvieron más limpias y disponibles para uso humano y natural. Lamentablemente esta ley no incluyó la “escorrentía de aguas pluviales agrícolas” y cría de animales, en consecuencia en estas zonas las cosas empeoraron.
Pero, volvamos al presente. Lo más aterrador de esta alerta de la Agencia de Protección Ambiental (EPA), es que los contaminantes, que son incoloros e inodoros están presentes en miles de reservorios de agua potable en todo el país, a niveles bajos que ha sido difícil detectar y aún así resultan extremadamente tóxicos.
Estos son apenas dos de muchos productos químicos que han sido asociados a graves problemas de salud y afectan el sistema inmunológico sobre todo de los niños.
¿Por qué la EPA no ha actuado?
Estos químicos están presentes en muchos productos como la ropa, muebles, cosméticos, detergentes y procesos industriales, y tiene sus defensores. La American Chemical Association, niega que sea tan grave el asunto, pero le echa la culpa a la Agencia de Protección Ambiental (EPA) por alarmar a la gente.
Philippe Grandjean, investigador de PFAS en Harvard T.H. Chan School of Public Health, ha pedido límites extremadamente protectores para PFAS, y dijo que los productos químicos no tienen toxicidad aguda, pues funcionan sigilosamente en segundo plano, con riesgos que se acumulan durante toda una vida de consumo.
Su trabajo muestra que PFAS puede disminuir la respuesta inmune en los niños. Pueden contraer más infecciones de las que tendrían de otra manera. Es probable que ningún individuo sepa cuándo las PFAS causaron su enfermedad. Pero los funcionarios de salud pública pueden detectar su presencia al estudiar las tasas generales, dijo Grandjean.
La Agencia de Protección Ambiental (EPA) ha lidiado cómo manejar PFAS durante décadas y, a menudo, ha sido criticada por una aparente falta de acción. El problema más espinoso es el alcance total de de estos productos químicos: la regulación de las sustancias, particularmente en niveles muy bajos, tiene implicaciones a nivel nacional para las empresas de agua, la industria y el público.
El Sierra Club, considera que esta declaración es sumamente grave y se unirá a otras organizaciones defensoras del medioambiente para lograr que se profundice esta investigación y que sean regulados antes de que se convierta en un caso de salud de extrema gravedad.