El 23 de febrero de 1981, me encontraba en Madrid cuando militares insurrectos asaltaron el Parlamento español y tomaron rehenes a todos los legisladores y al pleno del gobierno. El miedo a un regreso a una nueva dictadura fascista se apoderó de mí y del resto del país.
Jamás hubiera imaginado que 40 años después se repetiría la pesadilla en el Congreso de Estados Unidos, a solo dos millas de mi casa, cuando cientos de insurrectos, alentados por el presidente republicano de Estados Unidos, asaltaron el Capitolio con un saldo mucho más sangriento.
Ambas intentonas golpistas perseguían lo mismo: aplastar la voluntad democrática popular. Y los mismos que apoyaron adueñarse del poder por medio de la fuerza abusiva hace un año, lo hacen hoy por medio de leyes abusivas.
En 2021, se presentaron más de 440 leyes de supresión del voto en 49 estados. De ellas, al menos 34 han sido aprobadas en 19 estados. Y todas buscan lo mismo —dificultar lo más posible el derecho al voto a ciudadanos como nosotros, los votantes latinos.
Hay superabundancia de ejemplos. En estados con grandes poblaciones latinas, como Florida, Arizona y Texas, nuestra gente confronta intimidación, acoso y abusivas exigencias de prueba de ciudadanía. En Texas, es mucho más difícil votar para los hispanohablantes, abundan los errores de revisión de listas electorales que acaban purgando nombres latinos, y se han eliminado métodos como votaciones abiertas las 24 horas del día y los buzones de boletas.
Arizona ha aprobado tres leyes de supresión del voto solo este año, incluyendo la imposición de exigencias aún más onerosas de prueba de ciudadanía. Florida y Georgia, tras hacer mucho más difícil el voto de latinos, negros y personas de bajos ingresos, prohíben dar agua o alimentos a quienes esperan horas para votar.
La audacia de los enemigos del derecho a voto parece no tener límites. Según el grupo Protect Democracy, legisladores republicanos en al menos 14 estados han promulgado 23 leyes que permiten a funcionarios estatales controlar las juntas electorales de condado y despojar a los secretarios de estado de su autoridad electoral ejecutiva. Protect Democracy agrega que más de 200 proyectos de ley permitirían a las legislaturas estatales “politizar, criminalizar o interferir en las elecciones”.
En otras palabras, estos legisladores republicanos se adjudican el poder dictatorial de modificar o rechazar cualquier resultado que desfavorezcan.
La supresión del voto impacta devastadoramente a nuestra gente y otras comunidades de color. Estudios revelan que las exigencias de las onerosas leyes de supresión del voto siembran confusión, hacen mucha más larga la espera en las filas de votación, aumentan la desidia y desconfianza en el sistema electoral, y a fin de cuentas, reducen sustancialmente la participación de estas comunidades.
El fracaso en el Congreso Federal de aprobar Libertad para Votar: La Ley John Lewis, la cual eliminaría la inmensa mayoría de estas leyes supresoras, no debe desanimarnos. El Presidente Biden y los senadores demócratas tienen que resistir la oposición absoluta de la Bancada Republicana en la aprobación de este estatuto y garantizar a todos los ciudadanos que su derecho al voto es tan sagrado como lo dicta la Constitución.
La intentona golpista en España fracasó, y sus líderes y cómplices acabaron en prisión en medio del repudio popular. Todos tenemos que asegurarnos de que aquí en Estados Unidos también prevalezca el estado de derecho y el orden constitucional. Porque lo que nos jugamos es ni más ni menos que el futuro de nuestra democracia.
The Future of Our Democracy Is at Stake
I was in Madrid on Feb. 23, 1981, the day a group of mutinous army officers stormed the Spanish Parliament and held the entire legislative and executive powers at gunpoint. The dread of an incoming fascist dictatorship gripped me and the rest of the country.
Not in my wildest dreams did I ever think that a very similar nightmare would take place 40 years later in the Congress of the United States, just two miles from my home, when hundreds of insurrectionists, incited by a Republican president, attacked the Capitol with much bloodier consequences.
Both attempted coups shared the same aim: crushing the will of the people. And the same ones who supported wrestling power by abusive force a year ago are trying to do the same with abusive laws today.
In 2021, more than 440 voter suppression laws were introduced in 49 states. Of those, at least 34 have been enacted in 19 states. They all seek to make it as hard as possible for people of color to vote.
Examples abound. In states with large Latino populations, such as Florida, Arizona and Texas, my community faces intimidation, harassment and abusive demands of proof of citizenship. In Texas, it’s especially hard for Spanish speakers to vote, mistakes in revisions of voter rolls that end up with the elimination of Latino last names proliferate, and options such as 24-hour voting and voting drop boxes are eliminated.
Arizona has enacted three voter suppression laws just this year, including the imposition of ever more onerous proof of citizenship. Florida and Georgia, after making it much harder for Latino, Black and low-income communities to vote, have banned offering water and food to people waiting in line to vote.
The boldness of the enemies of the right to vote seems to have no bounds. According to a study by the group Protect Democracy, Republican legislators in at least 14 states have enacted 23 laws that empower state officials to take control of county election boards and strip secretaries of state of their executive powers. Protect Democracy adds that more than 200 bills would allow state legislatures to “politicize, criminalize or interfere with elections”.
In other words, these Republican legislators grant themselves the dictatorial power to modify or reject any result that they disapprove of.
Voter suppression devastatingly impacts my and other communities of color. Studies reveal that onerous voter suppression laws sow confusion, make the wait to vote much longer, foster apathy and distrust in the elections system, and overall, substantially reduce voter turnout among these communities.
Congress’s failure to pass Freedom to Vote: The John Lewis Act, which would outlaw the immense majority of these suppressing statutes, must not discourage us. President Biden and Senate Democrats must resist the unanimous opposition of Republican senators and finally approve this bill to protect the sacred right to vote enshrined in the Constitution.
The attempted coup in Spain failed, and its leaders and their accomplices ended up in prison amid popular repudiation. We all must make sure that here in the US the rule of law and the Constitution also prevail. Because the future of our democracy is at stake.