Adaptado al español por Isa Traverso del artículo original publicado en el Consejo de Relaciones Extranjeras escrito por Paul J. Angelo y David Gevarter.
El aumento en los asesinatos de ambientalistas es una tendencia alarmante de amenazas contra la vida de los líderes sociales en toda América Latina.
El medio ambiente se ha estado recuperando debido a la desaceleración del coronavirus, pero en América Latina, las amenazas contra las personas que más luchan por proteger a la naturaleza solo están aumentando. Desde que empezó el 2020 se ha visto una aceleración de asesinatos a hombres y mujeres medioambientalistas en algunos de los países con mayor biodiversidad de la región. Sus muertes ponen en peligro la lucha contra el cambio climático y la extinción de especies.
Cada mes del 2020 ha demostrado ser más peligroso que el anterior para los activistas ambientales. En enero, dos empleados de una reserva de mariposas en México fueron asesinados; Los funcionarios sospechan que los culpables son los madereros ilegales o los miembros del crimen organizado. Ese mismo mes, seis miembros de una comunidad indígena fueron asesinados en una reserva natural en Nicaragua.
En febrero asesinaron a un guardaparque colombiano y un activista de tierras indígenas costarricense que sobrevivió antes a un ataque de madereros ilegales. En Brasil, cinco miembros de la tribu Guajajara fueron asesinados en los últimos meses, incluido un destacado líder a quien mataron a principios de abril. Varios eran activistas afiliados a los Guardianes del Bosque, un grupo guajajara que lucha contra la tala ilegal en su reserva.
¿Qué está impulsando estos ataques?
Las reservas naturales de América Latina contienen una gran cantidad de recursos naturales. Los ecologistas se han topado con madereros, trabajadores petroleros, mineros de gemas y metales preciosos y afiliados al crimen organizado, todos los cuales buscan controlar la tierra y extraer los recursos que estos activistas buscan proteger.
Algunos activistas han sido asesinados mientras intentaban interrumpir actividades de extracción ilegales. Otros se convirtieron en un obstáculo en el camino de negocios lucrativos y han sido víctimas de asesinatos por contrato. La poca aplicación de la ley y los sistemas de justicia sobrecargados en América Latina rara vez disuaden a quienes están en guerra contra el medio ambiente y sus defensores. El fracaso de las autoridades estatales de tomar medidas enérgicas contra la deforestación y la agricultura no autorizada provocó grandes incendios forestales en el Amazonas el año pasado, uno de los mayores desastres naturales que jamás haya afectado a la región.
¿Ha sucedido esto antes?
El riesgo mortal del activismo ambiental en América Latina no es nuevo. La región registró más de la mitad de todos los asesinatos (enlace en inglés) de ambientalistas en todo el mundo en 2018, y los asesinatos de activistas prominentes han ocurrido durante décadas.
Los asesinatos del conservacionista brasileño Chico Mendes en 1988 y de la ecologista nacida en Estados Unidos, la Hermana Dorothy Stang en 2005, elevaron su pasión de protección a la selva amazónica. La indignación internacional estalló después del asesinato en 2016 de Berta Cáceres, una respetada ambientalista hondureña. Cáceres fue asesinada después de que su oposición a una represa en tierras indígenas forzó a los constructores a suspender el proyecto.
La amplia gama de personas implicadas en el caso de Cáceres (sicarios, un comandante del ejército y empleados vinculados a la empresa que construye la presa) resalta el nexo siniestro de los negocios, el gobierno y la delincuencia organizada que se unen para impedir el activismo. El asesinato de Cáceres también se destaca porque es uno de los pocos asesinatos de ambientalistas latinoamericanos por el que se ha hecho justicia: los responsables fueron condenados a treinta o más años de prisión.
¿Cuál es el clima general para el activismo en América Latina?
Estos asesinatos ocurren en un contexto regional de hostilidad generalizada hacia el activismo. América Latina fue la región más peligrosa del mundo para los activistas de derechos humanos en 2019, según Amnistía Internacional, con 208 personas asesinadas por su activismo. Este número incluye defensores LGBTQ +, defensores de los derechos de las mujeres y defensores anticorrupción. América Latina es también la región más letal para los periodistas. En 2019, muchos miembros de la prensa fueron asesinados.
En el centro de esta tragedia se encuentra la plaga de debilidad estatal que afecta a los países latinoamericanos. El crimen organizado, las milicias y los negocios depredadores operan con impunidad, y los gobiernos de la región han luchado por responder. La corrupción generalizada pone en peligro a los activistas, ya que las fuerzas de seguridad y los funcionarios de justicia son susceptibles al soborno y la intimidación por parte de empresas criminales que amenazan, torturan y asesinan a los activistas que se interponen en su camino.
Mientras no se aborde esta inseguridad y los gobiernos no prioricen la protección de los activistas, los ambientalistas y otros líderes sociales continuarán trabajando en gran riesgo para ellos mismos, en beneficio de algunas de las poblaciones más indefensas de la región.
El Sierra Club siempre apoyará a los héroes sin capas que dan todo al proteger el medio ambiente. Son seres que merecen nuestro respeto, admiración y agradecimiento. Gente como Jesús León Santos, salvador de los jaguares, Luis Jorge Rivera, protector de las tortugas, y la luchadora incansable Máxima Acuña son solo algunos de los Latinos a quienes le hemos rendido homenaje.