No somos una isla / We are not an island

Artículo original de Fabián Capecchi.

En estos momentos en que la presión económica y social le dobla la muñeca al gobierno para que levante la cuarentena, todos nos preguntamos cómo llegamos a esta pandemia y si tendremos que volver a encerrarnos cada vez que resurja un brote. 

A decir verdad, no podemos decir que esta pandemia nos agarró de sorpresa: la humanidad ha ignorado las señales que nos decían que era solo cuestión de tiempo que algo así ocurriera. ¿Por qué? La respuesta es muy sencilla, porque hemos venido destruyendo al planeta, jugándonos con ello nuestra propia supervivencia.

Las empresas multinacionales en complicidad con los gobiernos y políticos han arrasado ecosistemas enteros, talado los bosques, envenenado el agua que bebemos y contaminado el aire que respiramos, literalmente han llevado al borde la extinción a cientos de especies, con las que compartimos el planeta y ahora, nos estamos ahogando en plástico. 

Nuestra capacidad de destrucción del ambiente es de tal magnitud que amenaza seriamente la sostenibilidad de la vida en el planeta y el futuro de las siguientes generaciones. Esta pandemia nos ha recordado que todos los seres vivos somos iguales, y lo importante que es respetar al planeta. 

El Centro de Control de Enfermedades Infecciosas y prevención CDC (por sus siglas en inglés) afirma que, la brutal destrucción de los ecosistemas está íntimamente relacionada con la aparición de enfermedades que anteriormente no se conocían, mediante el fenómeno de la “zoonosis”, es decir, el salto de una enfermedad que solo afecta a los animales a un huésped humano. 

En un estudio publicado en la revista Nature en 2008 (en inglés) indicó que no menos de 335 enfermedades surgidas entre 1964 y 2004 el 60% se originó en animales, como por ejemplo: La gripe aviar, la influenza porcina, el virus Zika, la enfermedad de Lyme, la fiebre del Nilo Occidental o el virus de Ébola.  

Según Katarina Zimmer, periodista y colaboradora de National Geographic sugiere que la constante deforestación en todo el planeta, la quema de grandes extensiones de tierra para utilizarlas en la cría de ganado o la siembra de soja y palma aceitera, así como la invasión de las comunidades humanas dentro de los hábitat donde viven los animales salvajes aceleran la aparición de enfermedades, al forzar la interacción entre ambos. Estas enfermedades se pueden transferir directamente de los animales a los humanos a través del contacto directo, como mordeduras, rasguños, inhalando patógenos, por contacto directo con la piel o secreciones.

Nace una nueva disciplina médica: mantener sano al planeta

“Los científicos aún tienden a creer que los ecosistemas naturales son una fuente de amenaza para los humanos. Eso es un error. La naturaleza no es una amenaza, son las actividades humanas las que crean los problemas reales”, explica Richard Ostfeld, del Instituto Cary de Estudios de Ecosistemas.

De todo lo malo siempre sale algo bueno. 

Probablemente estarás pensando, que comprender cómo esta pandemia está íntimamente relacionada con la degradación ambiental está bien, pero no nos sacará de la cuarentena, y tienes razón, pero esta pandemia nos está enseñando algo muy valioso, la forma de combatir juntos un mal de consecuencias globales, al igual que la crisis climática, que podría ser aún más grave. 

No somos islas, sino especies que compartimos un mismo espacio y dependemos de un delicado equilibrio que produce graves consecuencias al ser alterado.  

Desde el Sierra Club reafirmamos la importancia del valor de la solidaridad, del trabajo en conjunto, y sobre todo de la increíble fuerza y significado que puede tener un simple abrazo. En otras palabras, tenemos la oportunidad de nuevo de volver a actuar como seres humanos.