Trump nos quiere empujar de vuelta al sistema energético del siglo 19
Imagínese a punto de cruzar un puente. De 100 ingenieros, 99 le dicen que si lo hace, el puente se va a derrumbar. Y uno, quien trabaja para el dueño del puente, le dice que no hay ningún problema. ¿Qué haría?
Donald Trump —el único líder mundial que niega la ciencia climática— decidió cruzar el puente y llevarnos a todos con él. Confrontado con la decisión más fácil de su caótica presidencia, Trump optó finalmente retirar a Estados Unidos del Acuerdo Climático de París, contra los designios de la inmensa mayoría de los norteamericanos, la comunidad internacional y el sentido común.
De un plumazo, este anciano de 70 años tomó una decisión que pone en grave peligro el futuro de nuestros hijos y nietos. El Acuerdo de París, respaldado por casi 200 naciones, es la única herramienta de la que dispone la humanidad para evitar las peores consecuencias de la crisis climática.
La comunidad empresarial del país apoya abrumadoramente permanecer en el acuerdo —desde Microsolft, a Apple, a Walmart, incluso Exxon, BP y Shell— además del 70% del público norteamericano. El mismísimo Pentágono considera la crisis climática no solo real sino también un peligro para la seguridad nacional.
La decisión también pone en serio peligro el liderazgo económico mundial de Washington. China, el mayor contribuyente de gases de cambio climático, está embarcada en un programa de $360.000 millones para fomentar la energía limpia que creará más de 13 millones de empleos para 2020. Mientras tanto, Trump quiere obligarnos a permanecer anclados a un sistema energético sucio propio del siglo 19.
El daño diplomático que esta descabellada decisión causará también es incalculable. Cuando la administración Bush-Cheney nos retiró del Tratado de Kyoto, el entonces secretario de estado, Colin Powell, calificó la intensa reacción negativa que generó en todo el mundo como “una traumática experiencia”. Después que Trump se negara a ratificar el acuerdo durante la desastrosa reunión del G7 en Italia, la canciller alemana Angela Merkel advirtió que Europa ya no podía fiarse de Estados Unidos y que “tenemos que tomar nuestro destino en nuestras propias manos”.
El costo de retirarse del Acuerdo de París indudablemente sería mucho más profundo ya que la comunidad mundial reconoce que no hay tiempo que perder para evitar las peores consecuencias de la crisis climática. Y para nosotros los hispanos y América Latina, el debilitamiento de este acuerdo tendría consecuencias especialmente desastrosas. La ONU concluyó hace ya años que nuestra comunidad es especialmente vulnerable al cambio climático, aquí en Estados Unidos, y en general en los países en vías de desarrollo. Solamente en Latinoamérica, el costo anual del clima extremo causado por esta lacra planetaria se estima en un 4% del PIB de la región.
Trump, sin embargo, nada contra el abrumador empuje hacia una economía de energía limpia en todo el mundo. Por segundo año consecutivo, en el mundo se instaló más energía limpia que sucia. Según Departamento de Energía, la industria solar emplea aquí a más trabajadores en la generación de electricidad que la petrolera, carbonera y gasera juntas. Y el año pasado el 60% del crecimiento energético en Estados Unidos vino del sol y el viento, unos 24.000 megavatios.
Nadie va a esperar al negacionista climático en jefe, y desde luego, este acuerdo no lo va a descarrilar la ignorancia de un solo hombre.
Tras cometer semejante fallo histórico, Trump me recuerda la famosa frase del Al Gore: “El liderazgo político es un recurso renovable”.