Indígenas de las Américas liderando la Marcha junto al actor Leonardo DiCaprio
Hay días en los que me regocijo de ser parte de la raza humana. El sábado, 29 de abril, fue uno de ellos, cuando marché con otras 200.000 personas en Washington, DC, para celebrar la unidad de los pueblos y razas en el combate contra el cambio climático.
En la Marcha Climática de los Pueblos también denunciamos los 100 peores días que ha sufrido el medio ambiente y la democracia de Estados Unidos en la historia reciente. Donald Trump se ha convertido en el enemigo público número uno del agua y aire limpios y del futuro de la atmósfera del planeta. En Washington y decenas de otras ciudades de todo el mundo, cientos de miles de personas denunciamos los abusos contra la Madre Tierra y sus habitantes más vulnerables.
Porque en sus 100 primer días en el poder, Trump ha dejado claro que los hispanos, afroamericanos y el resto de las comunidades más en peligro de la contaminación tóxica y la crisis climática no contamos en sus planes de destrucción ambiental. Un día antes de la marcha, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) eliminó la página sobre la ciencia climática de su sitio de Internet, mandando un nuevo mensaje que el consenso climático mundial no tiene cabida en su administración negacionista.
La EPA, de hecho, se ha convertido en la víctima propiciatoria de los desmanes ambientales de la administración. La propuesta de Trump reduciría el presupuesto de la agencia en un 25%, eliminaría 3.000 empleos y desmantelaría entre otros muchos programas la oficina de justicia ambiental. Esa es la entidad encargada de aliviar el bombardeo tóxico al que son sometidas cientos de comunidades hispanas y de otros grupos de bajos ingresos de todo el país.
Recordemos que el grupo poblacional más vulnerable a la contaminación de combustibles fósiles son los inmigrantes hispanos que no hablan inglés. “Los peligrosos contaminantes del aire pueden causar cáncer y otros defectos congénitos graves”, indica un estudio de la Universidad Estatal de Washington. “La mayoría procede de automóviles y fuentes industriales como factorías, refinerías y plantas de combustión de carbón”, agrega.
“Eliminar el programa de justicia ambiental de la EPA es simplemente racista”, dijo John Coequyt, director de la Campaña Climática del Sierra Club. “No puedo describirlo de ninguna otra manera excepto que es una decisión para dejar a todas estas comunidades atrás. No se me ocurre ninguna otra justificación más que el racismo”.
Hemos presenciado cómo la administración Trump se dispone a eliminar las protecciones del agua y aire de las que la salud de todos depende para proteger empleos. Esto lo repitió Trump una vez más el día que anuló la prohibición de verter residuos carboneros en los ríos y lagos del país, ignorando que el sector energético que más empleo genera es el limpio y renovable.
Trump y su obsesión pro-carbonera se parecen al Quijote atacando los molinos de viento. Según Bloomberg New Energy Finance, el declive del carbón es “irreversible” y la energía solar se ha convertido en la manera más barata de generar electricidad en todo el mundo. Además, las inversiones en fuentes renovables ya duplican a las de energías sucias y su crecimiento en Estados Unidos es “imparable”, según BNEF.
Tan imparable como los cientos de miles que participaron en la Marcha Climática de los Pueblos encabezados por la gente que más nos jugamos en la pelea contra la crisis climática.