No estoy seguro de en cuántas cosas están de acuerdo Michael Bloomberg, Marco Rubio y Mitt Romney, pero los tres dijeron lo mismo de Donald Trump: El tipo es un fraude. Pero mientras el caótico desastre de su presidencia comienza a revelarse en la escena nacional, tenemos que evaluar la situación con más detalle: Donald Trump es un maestro del engaño y la distracción, y nuestro peor error sería subestimarlo. Sabe exactamente lo que está haciendo. Distrae y falsea para compensar sus debilidades como líder.
Trump a menudo distrae al público diciendo algo y haciendo lo totalmente opuesto. Por ejemplo, alaba al Presidente Obama y, como dijo a la revista Time, borrar el legado de su predecesor es lo último que se le pasa por la cabeza. Mientras tanto, está nominando el gabinete más extremista de derechas en la historia del país, eligiendo a hombres y mujeres que no solo se empeñan en destruir el legado del Presidente Obama, sino que además lo hacen con gusto.
En ningún tema esto es más obvio que en el cambio climático. Cuando se le presionó sobre ello durante una reunión con The New York Times, Trump dijo que mantendría “la mente abierta” sobre el Acuerdo Climático de París. Mientras tanto, su hija Ivanka aparentemente indicó que quiere hacer del cambio climático “su tema emblemático”. ¿Va a trabajar la administración Trump con activistas climáticos para encontrar puntos de vista comunes? ¿Quién no querría creerse tal cosa? Pero todo resultó ser una distracción.
Una tras otra, todas las posiciones climáticas importantes en el gabinete de Trump han ido a parar a un extremista, antimedio ambiente y negacionista climático. Todo empezó con la nominación de negacionista más radical para dirigir la Agencia Federal de Protección Ambiental (EPA): el procurador general de Oklahoma, Scott Pruitt, un encarnizado enemigo de la misma agencia que debe dirigir. Y después vino la de Rex Tillerson como secretario de estado —lo cual significa que pondría a un ejecutivo petrolero sin ninguna experiencia diplomática y con enormes conflictos de interés a cargo de la política climática internacional. A continuación, Trump nombró al ex gobernador de Texas Rick Perry, quien una vez prometió eliminar el Departamento de Energía, para dirigir esa misma agencia federal. Y finalmente, para el Departamento del Interior seleccionó al representante por Montana Ryan Zinke, quien durante su breve periodo parlamentario se ganó una calificación de 3% de la Liga de Votantes pro Conservación.
Este es el “Dream Team” de los hermanos Koch. Ninguno de ellos acepta el consenso científico sobre el cambio climático. Y todos son hinchas de los sucios combustibles fósiles.
Aún así, en el mundo real, la mayoría del público quiere que su gobierno haga algo sobre el cambio climático, no sabotear el progreso. Incluso más norteamericanos —demócratas y republicanos, votantes de Trump y Clinton— quieren que su gobierno invierta en fuentes renovables y en la economía de energía limpia. Si Trump se sale con la suya y se confirma esta banda de valladares de la energía sucia, los votantes van a acabar recibiendo lo opuesto de lo que desean y necesitan tan desesperadamente.
Se puede argumentar que estas tácticas funcionaron bien en la larga y tortuosa carrera de negocios de Trump, pero para un presidente estadounidense este comportamiento es una bomba política de tiempo. Como dijo Abraham Lincoln, “puedes engañar a todo el mundo algunas veces, y a algunas personas todas las veces, pero no puedes engañar a todo el mundo todas las veces”. Todos los datos nos indican que Trump es el presidente entrante menos popular de la historia reciente. Pese a la intervención sin precedentes de un gobierno extranjero en la elección, Trump perdió el voto popular por casi tres millones de votantes. Tratar al público como pobres infelices e ignorar sus verdaderas necesidades y deseos (y esperar que no se den cuenta) es la estrategia de un perdedor. Es el engaño como hábito solapando una desesperada y temblorosa inseguridad personal. Y tarde o temprano esto va a fracasar espectacularmente.
No obstante, el daño puede ser severo. Es por ello que debemos desoír los engaños en forma de tweets y citas televisivas, y mostrar con fiereza la realidad de lo que es Trump y lo que sus compadres corporativos quieren hacer a nuestro gobierno. Nominar a alguien como Rex Tillerson a la más alta posición de su gabinete es un abuso descarado que debe detenerse. Poner la EPA y el Departamento de Energía en manos de personas que quieren destruir esas instituciones es atroz.
No se deje engañar. Todos podemos parar esto. Si todos los que creen que es importante proteger el clima y el medio ambiente alzan su voz, Trump se verá obligado a retroceder. Empiece ahora urgiendo a su senador que se oponga a las nominaciones de Tillerson y Pruitt, y esté atento a otras sugerencias para seguir involucrado en la pelea.