Si fuera uno de esos candidatos presidenciales (¡para nada!) y alguien me preguntara a quién admiro más, diría, cualquiera de los cientos de héroes que defienden a sus comunidades contra el bombardeo diario de la contaminación.
Este asedio ocurre en cientos de comunidades hispanas de todo el país, y uno de esos héroes es Juan Flores, un activista del Centro sobre Raza, Pobreza y el Medio Ambiente, en el Condado de Kern, California. La pelea que libra Flores es heroica.
Kern genera el cerca del 80% de la producción petrolera de California, incluyendo el 95% de las explotaciones de fracking, más que cualquier otro condado de todo el país. Y el precio que pagan los residentes de Kern, abrumadoramente hispanos, es estremecedor.
“Tenemos uno de los índices de asma más altos del país, especialmente entre nuestros niños”, dice Flores. “Es triste que un niño tenga un ataque de asma cada dos días. No tienen respiro. Por eso estamos en la pelea”.
Según un estudio del National Resources Defense Council, cerca de 2 millones de californianos, que ya soportan la carga de otros tipos de contaminación, viven a menos de una milla de una explotación de gas o petróleo. De ellos, un astronómico 92% son comunidades de color.
El reporte también develó que solamente en Kern, de las personas que viven a menos de una milla de un pozo petrolero o gasero, el 64% es hispano.
“No nos estamos organizando contra esta injusticia porque odiamos a la industria petrolera”, advierte Flores. “Lo hacemos porque amamos a nuestra comunidad”.
Flores va a necesitar cada gota de esa devoción por su gente porque la situación bien podría empeorar para los sufridos residentes de Kern. A instancias de la industria petrolera, el condado ha propuesto una ordenanza que permitiría lograr permisos de explotación de fracking de 25 años, sin prácticamente ninguna oposición ni revisión.
Este virtual cheque en blanco para esta industria agravaría no solo la ya pésima calidad del aire, sino que también amenazaría las reservas de agua de un condado que produce, junto con el resto del Valle Central de California, el 35% de las verduras y frutas del país.
“Si el fracking contamina el agua de regadío, todo el país se vería afectado por esta crisis”, dice Flores. “Queremos mandar un mensaje claro a los funcionarios del condado: ya es hora de proteger a la comunidad y no a la industria petrolera”.
El 9 de noviembre, la Junta de Supervisores celebrará una audiencia pública sobre la ordenanza propuesta, y Flores y sus colegas esperan “con los brazos abiertos a todos los residentes de Kern, de California y de todo el país para declarar contra esta injusticia”, dice.
Esta carrera descabellada a extraer la última gota de petróleo del planeta coincide con el extraordinario boom de energía limpia y la seria advertencia de la ciencia mundial de que para evitar las peores consecuencias del cambio climático, debemos dejar al menos 2/3 de los combustibles fósiles en el subsuelo.
Y también coincide con las escandalosas revelaciones de que Exxon, el mayor gigante petrolero del mundo, ya sabía en la década de los 70 sobre las consecuencias potencialmente catastróficas para la atmósfera del planeta de la quema de los combustibles fósiles.
“Si es verdad que sabían de esto hace 40 años, entonces es verdad que no se preocupan por sus hijos ni sus nietos”, lamenta Flores. “Todo lo que les importa es cuánto dinero pueden meterse en el bolsillo”.
La heroica resistencia de Flores persigue otro tipo de riqueza: la salud y bienestar de su comunidad.