Carbón, quién te ha visto y quién te ve. Hasta hace sólo una década, a este mineral sucio y peligroso se le conocía como el Rey Carbón, la locomotora que tiraba del tren del desarrollo mundial.
Hoy tiene los días contados, debido a dos razones fundamentales: la revelación del verdadero coste de su mortal contaminación y el extraordinario boom de la energía limpia. Y ambas razones nos afectan a las hispanos desproporcionadamente.
Según un estudio clave realizado en 2011 por varias universidades, incluyendo Harvard, el coste anual del carbón en Estados Unidos, desde su extracción y desecho pasando por su combustión, es de unos $500,000 millones (un cinco seguido de 11 ceros). Esto incluye costos médicos, medioambientales y económicos, de los cuales la industria carbonera no paga ni un centavo. Nos los deja al resto de la población, incluyendo a usted y su familia.
La revista The Atlantic acaba de publicar un artículo en el que revisa el estudio entrevistando a uno de sus autores, el investigador de Harvard Jonathan Buonocore. La conclusión es que la estimación de hace cuatro años podría ser muy inferior a la realidad. Originalmente, el reporte indicó que los costes médicos anuales de la contaminación carbonera en todo el mundo ascendían a casi $200,000 millones.
Pero Buonocore hoy reconocen que en 2011 tenían un limitado conocimiento del verdadero alcance del cambio climático causado por el carbón y que usaron una factor clave —el Costo Social del Carbono, calculado por el gobierno federal— el cual resulta ser penosamente bajo. De hecho, un reporte de la Universidad de Stanford mucho más reciente calcula que ese costo es seis veces mayor.
La conclusión final es que el carbón cuesta hasta un triple de lo inicialmente estimado, lo cual convierte la energía limpia en una opción mucho más competitiva. No obstante, una conclusión que no ha cambiado es que comunidades como la hispana sufren desproporcionadamente esta lacra social.
Una reciente encuesta de Eathjustice y Green Latinos reveló que el 78% de los votantes hispanos ya ha sufrido las consecuencias del cambio climático, y que el 82% está preocupado o muy preocupado por este fenómeno.
El sondeo lanza una severa advertencia a cualquiera que ignore la preocupación de los votantes hispanos sobre la contaminación y la crisis climática. Mayores porcentajes de votantes consideran la calidad (90%) y conservación (86%) del agua, y la reducción de la contaminación del aire (85%) más importantes que la reforma migratoria (80%).
El provenir del carbón es realmente negro entre nuestra comunidad, ya que un asombroso 84% de los votantes encuestados apoya que el gobierno federal fomente las fuentes de energía limpia como la solar y la eólica.
Y eso es precisamente lo que hace el Plan de Energía Limpia anunciado este mes por la administración Obama. La iniciativa reducirá las emisiones de carbono de las plantas carboneras en un 32% para el año 2030 con respecto a los niveles de 2005. El plan da varias opciones a cada estado para llegar a estas metas, pero en términos generales abre de par en par las puertas de la energía limpia para sustituir al sucio carbón en nuestro país.
La industria carbonera y sus aliados en Washington no sorprendieron a nadie prediciendo que el plan causará todo tipo de cataclismos económicos. La verdad es que el 70% de los norteamericanos apoya el plan, el cual también evitará 3,600 muertes prematuras, 90,000 ataques de asma y 1,700 ataques cardíacos anuales.
La alternativa a atacar de lleno la crisis climática es impensable. Según un reporte de Citigroup, la inacción contra esta lacra costaría unos $44 billones (“trillions”) para el 2060.
Por fortuna, cada vez menos oyen los lamentos de este increíble mineral menguante.