Hace 15 años, la administración Bush formó una comisión de energía liderada por el Vicepresidente Dick Cheney, quien la rodeó de un hermético secretismo para dictar la nueva política energética de Estados Unidos.
El resultado fue un festín para la industria de combustibles fósiles, incluyendo la construcción de 200 nuevas plantas de combustión de carbón. También fue una tácita sentencia de muerte para la atmósfera del planeta que ya de por sí daba muestras de un alarmante calentamiento poniendo en peligro la viabilidad de nuestra biosfera.
Esta emergencia puso el marcha lo que hoy se considera una de las iniciativas cívicas más exitosas en la historia de Estados Unidos, la campaña Más Allá del Carbón (MAC) del Sierra Club. En primer lugar, MAC diseñó una estrategia para luchar contra la construcción de nuevas plantas en todo el país, usando un pequeño ejército de voluntarios y activistas que lograron una extraordinaria cadena de éxitos. Para 2008, esto se tradujo en la cancelación de la construcción de casi todas las plantas nuevas que se habían propuesto.
Para entonces, MAC ya había comenzado su segunda fase, clausurar las 523 plantas carboneras existentes en el país, las cuales emitían 2,000 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2), el 40% de los gases de calentamiento global de Estados Unidos, y causaba la muerte prematura de 13,000 personas. De nuevo, el trabajo de base, en alianza con más de 100 grupos comunitarios de toda índole, y las nuevas regulaciones para plantas carboneras de la administración Obama lograron continuar esta fenomenal racha de éxitos.
Planta carbonera Kean -Weadock, una de las 6 instalaciones que se clausurarán en Iowa
Y este mes, MAC se apuntó una victoria histórica. Alliant Energy, un importante generador de energía de Iowa, se comprometió el 15 de julio a retirar gradualmente seis de sus plantas de combustión de carbón, llegando así a las 200 instalaciones de este tipo que se clausuran en Estados Unidos. El retiro de estas plantas y su reemplazo con energía limpia ha permitido a nuestro país liderar el mundo industrializado en la reducción de la contaminación de cambio climático.
Y estas son noticias especialmente buenas para la comunidad hispana. Según un estudio de Natural Resources Defense Council, el 15% de los hispanos vivimos peligrosamente cerca de una planta carbonera, lo cual hace a nuestra comunidad desproporcionadamente vulnerable a esta terrible contaminación.
En 2009, la polución de 200 plantas carboneras, ahora clausuradas o a punto de serlo, causaron unos 6,000 ataques al corazón, 60,000 ataques de asma y 3,600 muertes prematuras anuales. Demasiadas de estas víctimas son hispanas. Nosotros tenemos el triple de probabilidades de morir de asma y nuestros niños son un 60% más vulnerables a contraer asma. No es de extrañar que los hispanos apoyen abrumadoramente las inversiones en energía limpia.
Esta industria, sin embargo, insiste en enterrar la cabeza en la arena. En un informe a la Casa Blanca, el gigante carbonero Peabody Energy tuvo el valor de declarar que el dióxido de carbono “es un daño inexistente” y “un gas esencial para toda forma de vida”. El informe también negó los riesgos del cambio climático, desechando así la abrumadora evidencia científica y las observaciones del 97% de los expertos mundiales.
De hecho, el carbón camina por la senda de los dinosaurios. En 2014, las acciones carboneras en los mercados mundiales descendieron un asombroso 50%, mientras que las inversiones en fuentes limpias y renovables de energía, como la solar y la eólica, crecieron exponencialmente en todo el mundo.
El cambio climático es una emergencia planetaria que todos debemos confrontar. Y el retiro de estas plantas carboneras significa 200 soplos de aire fresco para la humanidad.