Se ha declarado el estado de pánico entre los negacionistas del mundo. La Encíclica Papal “Laudato Si” (Alabado Seas) sobre el cambio climático acaba de derrumbar el castillo de naipes en el que se sustentaban los argumentos de la Hermandad de la Tierra Plana.
El histórico documento —dirigido a 1,200 millones de católicos y a “todas las personas de buena voluntad”— no solo reconoce la amenaza cierta del cambio climático para el futuro de la humanidad, sino que además la considera un asunto de gran urgencia moral.
“Que los seres humanos destruyan la diversidad biológica en la creación divina; que los seres humanos degraden la integridad de la tierra y contribuyan al cambio climático; que los seres humanos contaminen las aguas, el suelo, el aire. Todos estos son pecados”, escribe el papa más popular en décadas.
La encíclica no solo reconoce la existencia del cambio climático sino que también la actividad humana es su principal causante.
“Hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático. Numerosos estudios científicos señalan que la mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero emitidos sobre todo a causa de la actividad humana,” indica.
Pero quizá el lenguaje más duro de la encíclica es el dedicado a los negacionistas y contaminadores, acusándoles de apoyar un sistema económico “”estructuralmente perverso” en el que los ricos explotan a los pobres y convierten la tierra en una “montón de porquería”.
“Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aun entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas,” denuncia el documento.
El rechazo a la encíclica de los negacionistas en Estados Unidos ha sido unánimemente enfática.
El candidato presidencial republicano y devoto católico Rick Santorum urgió al Papa a “dejar la ciencia a los científicos” y limitarse a hablar de “teología y moralidad”, olvidando que Francisco es licenciado en química. Más adelante indicó que él, como político, tiene más autoridad para hablar de esto que el Papa.
Jeb Bush, otro candidato republicano católico, rechazó la autoridad papal diciendo que “no acepto mi política económica ni de mis obispos, ni de mi cardenal ni de mi papa”, agregando que el pontífice debe apartarse de los temas mundiales.
Días antes, Bush fue el único candidato republicano en ser invitado a un lujoso ágape organizado por la industria carbonera, incluyendo Arch Coal. Un lobista de esta compañía también se unió al coro de rechazo papal twiteando que el pontífice debería promover los combustibles fósiles para “fomentar la justicia social”.
El Papa, sin embargo, concuerda con la ciencia y sostiene que la contaminación de los combustibles fósiles, especialmente el carbón, es la principal causante de la crisis climática y del desproporcionado bombardeo tóxico que sufren los más vulnerables de nuestras sociedades.
La comunidad hispana, por ejemplo, sufre mucho más los efectos de la crisis climática que el norteamericano promedio debido a varios factores, como vivir en zonas de mala calidad de aire, trabajar a la intemperie, y su proximidad a lugares tóxicos como plantas de carbón y refinerías.
Para el Papa la solución es clara.
“Se ha vuelto urgente e imperioso el desarrollo de políticas para que en los próximos años la emisión de anhídrido carbónico y de otros gases altamente contaminantes sea reducida drásticamente, por ejemplo, reemplazando la utilización de combustibles fósiles y desarrollando fuentes de energía renovable”, urge la encíclica.
A lo cual respondemos, alabada sea esta divina intervención.