Por Javier Sierra
Muy cerca de la ciudad de Delano, California, donde César Chávez completó gran parte de su histórica labor por la justicia, se está cometiendo una gran injusticia.
En Wasco —en pleno Valle de San Joaquín, donde laboran decenas de miles de trabajadores agrícolas, en su gran mayoría hispanos— se ha aprobado la extensión de una terminal carbonera de ferrocarril justo al lado de un barrio abrumadoramente latino.
La terminal recibiría 1.5 millones de toneladas de carbón anualmente para surtir la futura planta energética conocida como Hydrogen Energy California (HECA) en el vecino Kern County y envenenaría aún más la región que ya tiene la peor calidad de aire del país. Y justo al lado de la terminal viven 220 familias de trabajadores agrícolas de habla hispana a quienes nunca se les notificó sobre el proyecto.
“Las industrias se aprovechan de los más vulnerables, de los que no se pueden defender”, dice Ana Martínez, organizadora del grupo Acción Verde por la Salud y la Justicia Medioambiental, que trabaja para movilizar a la comunidad contra la expansión. “Ya tenemos el peor aire del país. Y el aire en los barrios hispanos es peor que el de los barrios anglos”.
Durante las audiencias en Wasco, no se difundió información en español y ningún hispano participó en los debates.
“Es una táctica típica para excluir a las víctimas y aprovecharse de su ignorancia. Esta exclusión es racismo”, exclama Martínez.
La terminal aumentará exponencialmente la contaminación de diesel procedente de las locomotoras y el incesante tráfico de camiones que transportaría el mineral desde Wasco a la planta carbonera. Sin la expansión de la terminal, la contaminación de smog y la potencialmente mortal materia particulada existente en Kern County ya les cuesta a los residentes unos $2,000 millones en gastos de salud.
Además, el carbón llegará desde Nuevo México en vagones abiertos, lo que significará la pérdida por vagón y viaje de unas 500 libras de polvo cargado de venenos como mercurio, arsénico, cromo y otros metales pesados que acabarán en los pulmones y cosechas de los residentes.
“Ni siquiera los dueños de las plantaciones apoyan este proyecto porque temen que el polvo carbonero contamine sus cosechas”, indica Martínez. “Esta alianza entre campesinos y patrones es muy inusual”.
Un estudio comparativo de la calidad de aire del sur del Valle de San Joaquín, donde está Wasco, y de China, el país con la peor contaminación atmosférica del planeta, da una idea de la gravedad de este problema.
En un periodo de tres semanas en diciembre y enero pasados, el aire del Valle fue peor que el de China en 2/3 de esos días, y nunca en esas tres semanas la calidad del aire en el Valle llegó a los mínimos requeridos por la Organización Mundial de la Salud.
El Consejo Municipal de Wasco, sin embargo, aprobó la expansión en marzo sin haber realizado ningún estudio del impacto del proyecto en la salud de la población ni en el medio ambiente. Un mes más tarde, el Sierra Club se querelló contra la Ciudad de Wasco para detener la expansión.
“¡Ya basta!” dice Martínez. “Las injusticias ocurren en las comunidades de bajos ingresos y en comunidades de color. Estas industrias tienen que pensar primero en la salud de la población y luego en sus ganancias”.
César Chávez dedicó su vida a evitar que del árbol caído todos hicieran leña, a proteger al más vulnerable contra la injusticia. Ana Martínez está dedicando la suya a continuar ese ejemplar legado.
Javier Sierra es columnista del Sierra Club. Sígalo en Twitter @javier_SC