Por Javier Sierra
Hoy celebramos el Día de la Tierra. A mi me gusta llamarlo su cumpleaños. Pero esta fiesta de la Madre Tierra incluye un ponche amargo de la marca BP.
El domingo se cumplió el cuarto aniversario del derrame petrolero de BP en el Golfo de México, la peor catástrofe medioambiental de nuestra historia. El 20 de abril de 2010, el estallido de la plataforma Deep Horizon causó la muerte de 11 trabajadores y el derrame de 200 millones de galones de crudo.
La Plataforma Deep Horizon estalla en llamas (Foto: US Coast Guard)
Es bueno echar cuentas en este triste aniversario, entre otras razones, porque BP parece haber declarado el problema resuelto. La realidad, sin embrago, es bien distinta.
Según datos de Greenpeace, en las aguas del golfo todavía podría haber 31 millones de galones de crudo procedentes del derrame. Y este crudo sigue minando la riqueza natural de esta región, y la economía y salud de sus habitantes.
Un estudio de los Institutos Nacionales de Salud indica que muchos de los trabajadores que limpiaron las áreas afectadas muestran extraños males respiratorios, además de elevados índices de depresión y ansiedad.
Asimismo, la industria pesquera sigue renqueando, y en algunos casos, los bancos de peces y mariscos no se han recuperado o se han estancado. La producción de ostiones, —hasta el desastre petrolero, la mayor del país— se ha visto particularmente impactada por la catástrofe.
Según un estudio de National Wildlife Federation, desde abril de 2010 se han encontrado más de 900 delfines muertos. Además, cada año se recuperan unas 500 tortugas marinas muertas.
Otro reporte de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica indica que cuando especies de gran valor económico, como el atún, se exponen a crudo como el derramado en el Golfo, sufren mortales defectos congénitos.
Mientras tanto, BP continúa usando a su equipo legal para retrasar o evitar los pagos que le debe a los residentes del Golfo. La corporación ha entregado unos $26,000 millones en compensación por los daños causados. Pero en la región existe un gran descontento por el injusto reparto de los fondos en algunos casos, y en otros, por la falta de pago.
Lo que más indigna a los residentes es que BP cree que ya ha hecho suficiente por mitigar la debacle causada, cuando la evidencia que demuestra lo contrario abunda.
Esta tragedia debería servir de lección ara acabar con nuestra adicción petrolera. BP nunca debió perforar un pozo a 50 millas de la costa y una milla de profundidad. De la misma manera que es descabellado perforar en el Artico o seguir explotando el crudo bituminoso de Canadá, el más tóxico del planeta.
El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU acaba de advertirnos que para evitar los efectos más catastróficos de la crisis climática, tenemos que dejar los combustibles fósiles en el subsuelo y fomentar abiertamente el uso de energía limpia y renovable.
Es lo menos que se merece nuestra Madre Tierra en su cumpleaños.
Javier Sierra es columnista del Sierra Club. Sígale en Twitter @javier_SC