Adaptado al español por Gretchen Fournier del artículo de Mikyla Reta publicado en americanprogress.org
En junio de 1969, miembros de la comunidad LGBTQI+, se enfrentaron a la policía quienes allanaron el Stonewall Inn, un bar gay en la ciudad de Nueva York. Este evento puso en marcha el movimiento de derechos de la comunidad LGBTQI+, y dio paso a momentos clave en la lucha por proteger el medio ambiente.
Si bien la legislación ambiental trabajada fue histórica, no fue lo suficientemente abarcadora para proteger a todos. En respuesta a la necesidad de soluciones, el movimiento de justicia ambiental surgió del movimiento por los derechos civiles, promoviendo la idea de que “todas las personas y todas las comunidades tienen derecho a respirar aire limpio, vivir libres de niveles peligrosos de contaminación tóxica, acceder a alimentos saludables y compartir los beneficios de una economía limpia próspera y vibrante”.
Este movimiento, liderado por Negros, Indígenas y otras personas de color, ha logrado avances significativos, y a medida que evoluciona, abarca más sectores, comunidades y temas. Por ejemplo, en 2019, los líderes de justicia ambiental lanzaron la primera agenda climática nacional centrada en promover la justicia racial, económica, ambiental y climática.
La justicia ambiental debe verse a través del lente de las comunidades marginadas, ya que son quienes experimentan la mayor carga de esta crisis climática. Esta situación afecta de manera desproporcionada a las mujeres, las comunidades de bajos ingresos y las personas LGBTQI+, y si las personas comparten más de una de estas identidades, pueden tener una carga aún más desproporcionada.
Exposición a la contaminación y peligros ambientales
Durante mucho tiempo, las personas LGBTQI+ han estado sujetas a una carga desproporcionada de contaminación en comparación con las personas heterosexuales, debido a políticas de vivienda discriminatorias. Estudios revelan que en áreas con un mayor número de parejas del mismo sexo, hay más contaminantes peligrosos en el aire en comparación con aquellas donde el número no es tan alto. El resultado de esto es que las personas LGBTQI+ sufren tasas más altas de enfermedades crónicas asociadas con la exposición ambiental, como enfermedades respiratorias, enfermedades cardiovasculares y cáncer.
Las personas LGBTQI+ también corren un mayor riesgo de estar expuestas a pinturas y tuberías de plomo, asbesto, radón y otros contaminantes, además de sufrir una mayor exposición al humo de segunda mano. Las tasas de tabaquismo son más altas entre estas poblaciones, lo que crea una mayor exposición de segunda mano donde viven, trabajan y socializan.
Vulnerabilidad al clima extremo
La crisis climática afecta de manera desproporcionada a las comunidades vulnerables, en particular, a las personas sin hogar. Los estudios han encontrado que entre el 20 y el 45 por ciento de los jóvenes sin hogar se identifican como LGBTQI+. Y entre los adultos jóvenes de 18 a 25 años, las personas LGBTQI+ tienen un riesgo 2.2 veces mayor de quedarse sin hogar que las personas que no se identifican como parte de esta comunidad. Las personas transgénero son especialmente más propensas a vivir en la calle debido a la discriminación en los espacios de refugio. Cuando ocurre un desastre, estas poblaciones ya vulnerables de por sí, corren el riesgo de hipotermia, hipertermia, dificultad respiratoria por el humo de los incendios forestales y enfermedades infecciosas por inundaciones, entre otras condiciones.
Cuidado de la salud
Las poblaciones LGBTQI+ también corren un mayor riesgo de padecer ciertas afecciones médicas que pueden empeorar los impactos de la contaminación ambiental sobre la salud . De manera similar, las personas LGBTQI+ experimentan tasas más altas de problemas de salud mental, a menudo debido a experiencias relacionadas con la estigmatización, los prejuicios y la discriminación. Y hay estudios que demuestran que condiciones como la depresión y la ansiedad, pueden exacerbar los efectos de la contaminación del aire, lo cual pone a las poblaciones LGBTQI+ en riesgo durante y después de los desastres climáticos, cuando el estrés de la reconstrucción, el desplazamiento y la pérdida de seres queridos afecta la salud mental.
Al requerir atención médica, las personas LGBTQI+ a menudo enfrentan discriminación. Un estudio encontró que alrededor de 3 de cada 10 estadounidenses LGBTQI+ han enfrentado dificultades para recibir la atención médica necesaria y otro estudio descubrió que más de 1 de cada 6 personas LGBTQI+ evitaron buscar atención médica por temor a sufrir discriminación. Tal discriminación aumenta la probabilidad de que las personas de esta comunidad no reciban el tratamiento necesario para las condiciones de salud causadas por la contaminación ambiental y los factores estresantes de la crisis climática.
La lucha por la justicia ambiental está estrechamente unida a la de la justicia racial, la justicia económica, la justicia para las mujeres y la justicia LGBTQI+. Para combatir estas crisis, los políticos deben comenzar a verlas como interconectadas e interdependientes. A medida que este mes celebramos Pride y el progreso en los derechos LGBTQI+, también debe haber un compromiso en lograr un medio ambiente justo para todos.
En el Sierra Club nos hacemos eco de estas palabras, la justicia ambiental no puede ni debe ser el privilegio de unos pocos. Todos debemos trabajar en equipo para lograr un mundo no solo más sustentable si no más justo para todos