Se Le Hiela a Uno la Sangre/Bone Chilling News out of Antarctica

(English follows)

De la Antártica nos llegan recientes noticias que le hielan a uno la sangre.

Glaciólogos han detectado por primera vez alarmantes signos de debilidad del lugar más frío del mundo—la Antártica Oriental. Debido a recientes años extraordinariamente cálidos, sus plataformas de hielo y glaciares se están debilitando, lo cual hace temer que la región con un potencial de elevación del nivel del mar global de 52 metros entre en un ciclo imparable de derretimiento.

Casi al mismo tiempo, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU emitió su reporte más tajante y concluyente: para evitar los catastróficos efectos de calentar la atmósfera más de 1,5o centígrados, la humanidad no puede expandir el uso de combustibles fósiles ni un día más, y nos advierte que vamos camino de los 2,8o para 2100.

Aun así, la industria petrolera y gasera, con su abrumadora influencia en los gobiernos del mundo, sigue comportándose como si estuviéramos en 1950. La administración Biden ha aprobado el Proyecto Willow, una enorme iniciativa de energía sucia en Alaska que emitirá a la atmósfera cerca de 300 millones de toneladas de dióxido de carbono, y ha abierto el acceso a 1,6 millones de acres del Golfo de México a la extracción petrolera y gasera.

Esta negligencia planetaria exige una respuesta histórica. Más de 20 estados y ciudades han presentado pleitos contra esta industria en busca de compensación por los desastres desatados por la crisis climática, además los costos de otros desastres que sin duda nos deparará el futuro. La industria presenció el desenlace de otra batalla legal con el alma en vilo. La Corte Federal de Apelaciones del 8o Circuito decidió que estos pleitos deben dilucidarse en el ámbito local, donde la industria tiene menos probabilidades de triunfar. Y la hasta ahora práctica impunidad con la que opera esta industria está desatando reacciones sin precedentes, incluyendo un estudio que propone querellarse por homicidio.

“La industria de combustibles fósiles no solo ha estado engañando al público,” declara el estudio, en parte patrocinado por el grupo Public Citizen. “También ha matado a miembros del público a un ritmo acelerado, y los fiscales deben traer ese crimen a la atención pública. No hay nada parecido a este comportamiento en la historia humana”.

La respuesta más eficaz hasta el momento ha sido impactar donde más duele, en el bolsillo. El movimiento ambiental nacional ha lanzado una intensa campaña para presionar a los bancos que continúan financiando la expansión de los combustibles fósiles. Pese a que hace un año Bank of America, Wells Fargo, Chase y Citibank se comprometieron a alcanzar cero emisiones climáticas, estos bancos siguen siendo el mayor respaldo financiero de esta industria en Estados Unidos. Solo el Proyecto Willow requiere de unos $10.000 millones para implementarlo.

Este es un escándalo mundial. Pese a que la Agencia Internacional de Energía nos ha advertido que para limitar el calentamiento a los 1,5o centígrados, es imperativo que no se expanda la explotación de combustibles sucios. Desde la firma del Tratado Climático de Paris en 2015, sin embargo, la industria bancaria mundial ha prestado $4,6 billones (trillions en inglés) al sector de combustibles fósiles. Pese a que esta desastrosa industria lleva más de un siglo en existencia, el mundo sigue apoyándola como si acabara de nacer. Según el Fondo Monetario Internacional, en 2020, el sector recibió $5,9 billones en subsidios, o el 6,8% del PNB mundial.

La industria de combustibles fósiles, pese a sus escandalosas ganancias, cada vez está más acorralada. Los pleitos y la presión social contra ella se están extendiendo a otras industrias temerosas de que las consecuencias financieras de este histórico escándalo les salpique.

Es bueno que no solo a los inocentes se nos hiele la sangre.

(English)

Bone Chilling News out of Antarctica

Glaciologists have for the first time detected alarming signs in the world’s coldest place—East Antarctica. Due to recent years of extraordinarily warm temperatures, its ice shelves and glaciers are showing weakening symptoms, which are triggering fears that a region with a potential global sea level rise of 52 meters could enter an unstoppable melting cycle.

Almost at the same time, the UN Inter-Governmental Panel on Climate Change issued its most unequivocal report ever—in order to avoid the catastrophic effects of warming the atmosphere beyond 1.5 degree Celsius, humanity must stop expanding the use of fossil fuels at once, and warned us that we are on our way to 2.8 degrees of warming by 2100.

Even so, the oil and gas industry, with its overwhelming influence over the world’s governments, continues to behave as if we were in 1950. The Biden Administration has approved the Willow Project, a huge dirty energy venture in Alaska that will spew close to 300 million tons of CO2 into the atmosphere, and has opened 1.6 million acres in the Gulf Of Mexico to oil and gas extraction.

This planetary negligence demands a historic response. More than two dozen states and localities have filed lawsuits against this industry seeking compensation for the disasters unleashed by the climate crisis, plus the costs of future disasters. The industry witnessed another legal battle with profound disappointment. The 8th US Circuit Court of Appeals ruled that these lawsuits must be contested in local courts, where the industry confronts an uphill battle to prevail. And the virtual impunity this industry operates with is unleashing unprecedented pushback, including a study that proposes to press homicide charges against it.

“The fossil fuel industry have not simply been lying to the public,” states the study, in part sponsored by Public Citizen. “They have been killing members of the public at an accelerating rate, and prosecutors should bring that crime to the public’s attention. What’s on their ledger in terms of harm, there’s nothing like it in human history.”

So far, the most effective response has been impacting where it hurts the most, their pockets. The environmental movement has launched a national campaign to press the banks that continue to finance the expansion of fossil fuels. Even though a year ago, Bank of America, Wells Fargo, Chase and Citibank committed themselves to reach net-zero climate emissions, these banks still are the strongest financial backers of this industry in the US. The Willow Project alone will require some $10 billion in investments.

This is an global scandal. The International Energy Agency has also warned us that to limit the warming to 1.5 degrees, it’s imperative that the world ceases to expand fossil fuels. Since the signing of the Paris Climate Agreement in 2015, however, the banking sector has loaned $4.6 trillion to this industry. And even though it has been around for 150 years, the world keeps supporting it as if it were a startup. According to the International Monetary Fund, in 2020, the industry received $5.9 trillion in subsidies, or 6.8 percent of the world’s GDP.

The fossil fuel industry, regardless of its obscene profits, finds itself in a corner. The lawsuits and intense social pressure are spreading out to other sectors of the economy, who are afraid that the financial and social consequences of this international scandal may splatter all over them as well.

It’s good that not only the innocent feel the chill down our spines.


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