Nacida en el pueblo de Orocovis, justo en el centro de la cordillera central puertorriqueña, Dalma Cartagena Colón, agrónoma de profesión, habla de toda la poesía y enseñanzas que se encuentran en la tierra.
Dalma, al igual que muchas otras personas nacidas lejos de los centros urbanos, creció en comunidad, en lo que se conoce como “el campo". Fue allí donde bajo la tutela de sus abuelos aprendió que la tierra trabajada con amor, paciencia y dedicación nos suple todo lo que necesitamos.
“Vivíamos una abundancia que brotaba de las manos fecundas de mi abuelo y se transformaba en las manos de mi abuela, aquel balcón siempre estaba repleto de algún saco de alimentos, habichuelas frescas, el maíz o el café en toldos de yute con aromas muy embriagantes. Mi abuela tenía al alcance de sus manos salvia para el dolor de cabeza, junto a la ruda para la fiebre, la yerbabuena para el estómago y las hojas del naranjo para el catarro. Cerca también estaban los animales que nos daban la carne: el cerdo, la vaca que nos daba leche y las gallinas, huevos frescos. Nada se desperdiciaba” nos dijo.
Sin duda alguna influenciada por su crianza y el ejemplo de su abuelo, estudió agronomía en el prestigioso Colegio de Mayagüez, conocido anteriormente como el Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas de la Universidad de Puerto Rico. Fue allí donde se percató que el idílico ambiente donde creció estaba desapareciendo para darle paso a una sociedad individualista y consumerista que, según sus palabras “ha dado paso a todo tipo de basura”.
Su vida profesional la ha dedicado a ser maestra de Educación Agrícola en donde las enseñanzas impartidas incluyen transformar desperdicios sólidos en composta, prácticas de conservación, el respeto a la vida al conocer la biodiversidad, estudios de ecosistemas del bosque o marinos y el valor de la paz. Este tipo de educación tiene como meta lograr que los aprendices entiendan que “lo que hacemos a nuestra tierra se lo hacemos a las criaturas y también a nosotros mismos” según sus palabras. Dalma añade que ella también ha aprendido “porque quien enseña aprende, según Pablo Freyre en su libro Pedagogía del Oprimido. Mis estudiantes han sido mis mejores maestros”.
A través de décadas, Dalma ha sostenido que los saberes de cómo producir alimento sano deben ser considerados un derecho humano fundamental de los niños y niñas del mundo, y sobre todo de Puerto Rico, quien debido a su condición colonial vive bajo una dependencia alimentaria de los Estados Unidos.
“Nuestra situación es políticamente impuesta por una metrópoli que sostiene un negocio redondo con nuestra patria. En el mercado tenemos alimentos de tercera y cuarta calidad sin otras alternativas excepto por los mercados orgánicos que han ido surgiendo pero con precios en ocasiones exorbitantes. Entonces es vital que todos los puertorriqueños comencemos a producir nuestros propios alimentos, nos juntemos en comunidad y de ninguna manera olvidar las lecciones aprendidas del huracán María que nos revelaron la vulnerabilidad impuesta” dijo.
Dalma Cartagena es ejemplo vivo de su crianza, educación y visión. No solo lo enseña, lo vive y sus creencias se concretan a través del trabajo, el que ya se ha hecho y el que queda por hacer. Termina diciendo “Soy una maestra agrónoma y estoy profundamente orgullosa de ser mujer, poder trabajar con la tierra y sus elementos, creo en la Pedagogía de la Tierra, es ella, la Tierra, la que enseña”.
El 8 de marzo, celebramos el Día Internacional de la Mujer. En el Sierra Club sabemos la importancia que tiene el rol de las mismas no solo en las causas ambientales y de justicia social, sino en todo lo que día a día sucede en nuestro planeta. Admiramos sus temples, determinación, valores y causas, hoy más que nunca.
Born in the town of Orocovis, right in the center of the Puerto Rican central mountain range, Dalma Cartagena Colón, an agronomist by profession, speaks of all the poetry and teachings found on earth.
Dalma, like many other people born far from urban centers, grew up in a community in what is known as "the countryside." It was there that, under the tutelage of her grandparents, she learned that the land is worked with love, patience, and dedication and supplies us with everything we need.
“We lived an abundance that flowed from the fertile hands of my grandfather and was transformed into the hands of my grandmother. The balcony was always full of some sack of food, fresh beans, corn, or coffee in jute awnings with very intoxicating aromas. My grandmother had, within reach of her hands, sage for headaches, along with rue for fever, mint for the stomach, and orange leaves for colds. Nearby were also the animals that gave us meat: the pig, the cow that gave us milk, and the chickens, fresh eggs. Nothing was wasted,” she told us.
Undoubtedly influenced by her upbringing and the example of her grandfather, she studied agronomy at the prestigious Colegio de Mayagüez, formerly known as the College of Agriculture and Mechanical Arts of the University of Puerto Rico. It was there that her grandfather realized that the idyllic environment where he grew up was disappearing to make way for an individualistic and consumerist society that, according to his words, "has given way to all kinds of garbage."
Her professional life has been dedicated to being an Agricultural Education teacher, with lessons taught, including transforming solid waste into compost, conservation practices, respect for life by learning about biodiversity, studies of forest or marine ecosystems, and the value of peace. This type of education aims to make the learners understand that "what we do to our land, we do to the creatures and also to ourselves," according to his words. Dalma adds that she has also learned “because whoever teaches learns, according to Pablo Freyre in his book Pedagogy of the Oppressed. My students have been my best teachers.”
Through decades, Dalma has maintained that the knowledge of how to produce healthy food should be considered a fundamental human right of the children of the world, and above all of Puerto Rico, which due to its colonial condition, lives under food dependence on the United States.
“Our situation is politically imposed by a metropolis that maintains a successful business with our country. In the market, we have third and fourth-quality foods with no other alternatives except for the organic markets that have been emerging but with sometimes exorbitant prices. So it is vital that all Puerto Ricans start producing our own food, come together as a community, and in no way forget the lessons learned from Hurricane Maria that revealed the imposed vulnerability,” she said.
Dalma Cartagena is a living example of her upbringing, education, and vision. She not only teaches it, but she also lives it, and her beliefs are concretized through work, the one that has already been done and the one that remains to be done. She ends by saying, “I am a teacher agronomist, and I am deeply proud to be a woman, to be able to work with the earth and its elements. I believe in the Pedagogy of the Earth; it is she, the Earth, that teaches”.
On March 8, we celebrate International Women's Day. At the Sierra Club, we know the importance of their role not only in environmental and social justice causes but in everything that happens on our planet every day. We admire your mettle, determination, values , and causes today more than ever.