Difícilmente podríamos imaginar que un lugar como el desierto de Atacama en Chile, famoso por ser el más seco del mundo, y recientemente por tener los yacimientos de litio más grandes del planeta, ahora también salte a la fama al convertirse en el basurero de textiles más grande del mundo.
Chile ha sido desde hace 15 años, el destino de miles de toneladas de prendas de ropa que ya no están de moda. Después de ser fabricadas en China, Vietnam o Bangladesh pasan por Europa, Asia o los Estados Unidos antes de llegar a Chile, donde se revenden a toda América Latina. Los comerciantes de ropa de Santiago viajan hasta la ciudad de Iquique, ubicada a 1800 km al norte del país, para comprar parte de esta ropa, mientras que mucha pasa de contrabando a otros países latinoamericanos. Pero al menos 39 000 toneladas, que no pueden venderse, acabarán en un inmenso vertedero ilegal en el desierto de Atacama.
Estos vertederos son un impresionante recordatorio de la desigualdad económica en un mundo acostumbrado al consumo desmedido, que usa y desecha la ropa a gran velocidad acorde a los caprichos de la moda.
Fast Fashion, la moda fugaz
El término contemporáneo llamado Fast Fashion (moda rápida) es utilizado por las grandes cadenas de moda para referirse a diseños que salen rápidamente de la pasarela para capturar las tendencias actuales. El problema es que la moda rápida no solo pasa rápidamente de la pasarela a la tienda y al consumidor, sino también a la basura. Es decir, este modelo de negocio desarrollado a partir de los años 80, fue creado por empresas que buscaban aumentar el número de colecciones de moda cada año para satisfacer la demanda del consumidor.
El énfasis se puso en optimizar la cadena de suministro para que estas tendencias se convirtieran en nuevos diseños, fabricándose a mayor velocidad, manteniendo los costos bajos para permitir al consumidor comprar estilos de ropa actual a un precio más económico. Esta filosofía es utilizada por grandes cadenas de moda como H&M, Zara o C&A, entre otras.
Un grave problema ambiental
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha declarado que la industria de la moda es responsable del 20 por ciento del desperdicio de agua en el planeta y del 10 por ciento de las emisiones globales de CO2 o dióxido de carbono.
Pero el problema no termina allí, pues tiene consecuencias aún más graves para el medio ambiente y la salud humana. Muchas de estas prendas están hechas de fibras de poliéster, un derivado del petróleo, que al estar bajo el abrasante calor del desierto se incendian, liberando peligrosos gases de efecto invernadero. Además, tardarán al menos 200 años en desintegrarse completamente y con ellas toneladas de microplásticos y sustancias químicas se van depositando en el sedimento del desierto.
Pocos saben que después de la industria petrolera y la de los plásticos, la tercera industria más contaminante del planeta es la industria de la moda. No solo debido a la utilización de tintes muy contaminantes, sino que para hacerlas más resistentes, repelentes al agua, a las manchas y al fuego utilizan las PFAS, sustancias per y polifluoroalquiladas, llamadas químicos permanentes porque no se degradan naturalmente y se pueden encontrar en todas partes, en el agua, el suelo, el aire y dentro del cuerpo humano, prácticamente en todas partes del mundo, incluso en la Antártida.
“El sector textil es uno de los principales usuarios de 'químicos permanentes' tóxicos que contaminan los ecosistemas locales y globales”, dijo Eloise Touni, oficial del Programa de Productos Químicos y Desechos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA por sus siglas).
Se ha propuesto como una solución el reciclaje de las prendas de moda rápida, pero esto no resulta tan fácil ni económico, pues el principal problema con esta solución es que el proceso de reciclaje puede llegar a dañar las fibras textiles de las prendas. Esto último reduce el número de usos de la prenda en cuestión, por lo que les resulta más barato a las compañías de moda confeccionar ropa nueva que reciclar la prendas pasadas de moda.
Luchar contra la contaminación global requiere de un trabajo en conjunto como lo plantea el Sierra Club, mientras ayudamos a pasar nuevas leyes para contener la contaminación química, todos podemos hacer un pequeño sacrificio comprando menos ropa, o quizás seguir utilizando alguna vieja prenda que ya no está de moda.