Adaptación al español por Fabián Capecchi del artículo original de David Reid and Justin Rowlatt publicado en BBC News.com
Imagina una enorme granja de algas marinas del tamaño de Croacia flotando en el Atlántico Sur entre África y América del Sur, que girando en un remolino oceánico natural, absorbe mil millones de toneladas de carbono de la atmósfera cada año y las mantiene en el fondo del océano.
¿Descabellado? Quizás. Pero un empresario británico planifica tener esto en funcionamiento para 2026.
Los científicos dicen que reducir las emisiones del mundo probablemente no sea suficiente y que la captura de carbono será crucial para limitar el calentamiento global. Pero los esquemas de captura de carbono hasta ahora han sido de escala relativamente baja y han tenido un éxito limitado.
Si van a funcionar, deben ser más audaces, grandes y atractivos para los inversionistas.
El empresario John Auckland cree que tiene justo esa idea. Su proyecto se llama Seafields, y quiere explotar lo que él llama "las maravillosas propiedades" del sargazo, un tipo de algas marinas flotantes.
Confía en que su granja flotante Seafields extraerá suficiente CO2 del aire para moderar los efectos del cambio climático, al mismo tiempo que obtendrá créditos de carbono para sus patrocinadores.
Con 55.000 kilómetros cuadrados (21.200 millas cuadradas), Auckland está pensando en grande. Tiene que ser enorme para hacer mella en las cincuenta gigatoneladas de dióxido de carbono que lanzamos a la atmósfera cada año. Una gigatonelada es mil millones de toneladas: la cantidad de carbono que la mega granja de Auckland pretende capturar cada año. Actualmente, el proyecto está probando su tecnología en el Caribe y México, y está inspirado en las ideas del profesor Victor Smetacek, biólogo marino. Descrito por Seafields como su fundador científico, durante mucho tiempo ha estado fascinado por el potencial de cultivar algas marinas en enormes corrientes oceánicas giratorias conocidas como giros.
"Recolectan todo tipo de cosas durante el proceso", dice. “Los ejemplos más conocidos, por supuesto, es el plástico que se acumula en medio de los giros subtropicales”. De la misma manera que estos remolinos gigantes atrapan islas de plásticos flotantes, Seafields planea limitar su cultivo de sargazo. "El giro simplemente evita que el sargazo se escape", explica John Auckland. "Mientras creemos las condiciones adecuadas para él, solo crecerá allí. Si alguno se escapa de nuestra granja, simplemente morirá o dejará de crecer".
Será mejor que tenga razón. El sargazo ha azotado a la industria turística del Caribe durante décadas. Cuando llega a la costa, su podredumbre emite un hedor nauseabundo. No es el mejor escenario para relajarse en una playa.
Pero Seafields confía en que esto no sucederá con sus algas. Dice que cualquiera que escape de la granja debería ser privada de los nutrientes que el equipo planea extraer de las profundidades del océano para alimentar su cultivo.
Debido a la evaporación del sol subtropical que recibe todo el día, el agua superficial atrapada en los giros es muy salada y baja en nutrientes. Es por eso que el profesor Smetacek llama a los giros "los desiertos de los océanos".
Sin embargo, a medida que estos desiertos giran lentamente, se deslizan sobre una capa oceánica más fría y rica en nutrientes que el profesor quiere sacar a la superficie para sustentar el sargazo.
"Si tuviera que conectar el agua profunda rica en nutrientes con tuberías", explica el profesor Smetacek, "se sube esa agua desde el fondo y se deja que se caliente, luego fluirá hacia arriba por sí misma y continuará fluyendo para siempre".
El equipo estará probando su tecnología a principios de 2023. Será emocionante. Si bien se teorizó por primera vez en 1956, la fuente de sal se ha recreado con éxito, pero no se acerca a la enorme escala de los planes de Seafields. Si la fuente de sal funciona a escala, el profesor Smetacek predice una excelente cosecha de sargazo.
“Tienen enormes tasas de crecimiento. Duplican su biomasa cada 10 días”, dice. "Lo bueno de las algas es que puedes recogerlas con una cosechadora". El profesor Smetacek prevé que las cosechadoras flotantes empacarán las algas y luego las enviarán a las profundidades inertes del fondo del mar, donde hay tan poco oxígeno que las pacas no se pudrirán. El carbono que contienen quedará fijado en la estructura de las algas. Las pruebas están en curso, pero el equipo prevé que pueden retener el carbono capturado durante cientos, quizás miles de años.
"La gente no estaría muy feliz", dice, "sí toneladas de tubos de plástico flotan a la deriva debido a una gran tormenta en el Atlántico como la que acabamos de tener". El dice que hay formas tecnológicamente menos desafiantes de darle un empujón a la naturaleza, como cultivar más árboles y setos y proteger hábitats como las turberas que naturalmente contienen carbono. Pero, ante todo, dice: "No tenemos que dejarlo [CO2] ahí arriba. Solo dejar los combustibles fósiles en el suelo. Es mucho más fácil retenerlo en el suelo que intentar capturarlo una vez que haya salido".
John Auckland reconoce que algunos elementos del proceso aún no están probados, pero cree que vale la pena la apuesta. "De hecho, podemos lograr avances significativos en la solución de la crisis climática. No podemos dejar de correr este riesgo, porque si todos pensaran de esa manera, nadie estaría trabajando en soluciones a esta escala".
El Sierra Club sostiene y apoya que hay que explorar todas las vías posibles para intentar reducir la temperatura del planeta, y evitar que el clima mundial siga deteriorándose, pues ya la situación en algunas partes comienza a ser extremadamente difícil.