Nota del editor: Gretchen Fournier es creadora de contenido para el Sierra Club y vive en San Juan, Puerto Rico. Las opiniones expresadas en esta entrevista son exclusivamente suyas.
El 20 de septiembre de 2017 Puerto Rico fue arropado por un huracán categoría 5 llamado María. Fue una fecha que marcó la vida de los puertorriqueños residentes en la Isla, tanto así que hablamos en carácter de “antes y después de María”. Lo que quedó luego de largas horas de vientos fuertes e intensas lluvias fue muerte, desolación y un silencio sepulcral durante días y noches de total oscuridad.
Mientras escribo estas palabras la Isla está a oscuras nuevamente. A cinco años de María llegó Fiona, y nuevamente queda al descubierto la fragilidad del sistema eléctrico y la pobre infraestructura de Puerto Rico. Fiona es solo un huracán categoría 1, pero no importa su magnitud, lo que estaba claro es que Puerto Rico no estaba listo para recibir el embate directo de otro fenómeno atmosférico.
A cinco años del país haber vivido a oscuras por casi 12 meses, un levantamiento social que logró la renuncia del entonces gobernador y miles de millones de dólares en ayudas, lo único que ha cambiado es el nombre de la empresa que brinda el servicio eléctrico. Usando de excusa la debacle energética luego del paso de María, el gobierno de Puerto Rico le entregó la distribución de este servicio esencial a una empresa privada canadiense llamada LUMA Energy. Muchos puertorriqueños le dieron la bienvenida a LUMA con los brazos abiertos pensando que el servicio, uno de los más caros y mediocres del hemisferio, mejoraría y acabarían décadas de corrupción y monopolio por parte de la Autoridad de Energía Eléctrica, la agencia gubernamental encargada de energizar a Puerto Rico hasta ese momento.
La realidad ha sido otra. LUMA no solo no ha mejorado el servicio sino que los puertorriqueños hemos visto más de siete aumentos consecutivos en las facturas de energía además de seguir presos de un monopolio en el cual el gobierno es cómplice. No hay duda que luego de María el terreno estaba fértil para crear un nuevo sistema, uno que no dependiera de los combustibles fósiles ni de una infraestructura anticuada, débil y costosa, pero las buenas ideas fueron descartadas de entrada, porque el nombre del equipo es diferente pero los jugadores siguen siendo los mismos.
Los apagones son una ocurrencia diaria para los puertorriqueños, ya no son solo acontecimientos que se viven en temporada de huracanes. Son tan omnipresentes que Bad Bunny, un popular cantante puertorriqueño de música urbana, lanzó un tema llamado “El Apagón”, el mismo es una consigna contra el gobierno puertorriqueño, el problema energético, el desplazamiento de los locales y otras situaciones que enfrentamos los boricuas.
Vivir en el Caribe es sinónimo de huracanes, es parte de residir en esta área del mundo. Pero a medida que se acrecienta la crisis del cambio climático la convivencia con estos fenómenos atmosféricos será más frecuente y menos “amistosa”. Además, los tiempos de recuperación del desastre que dejan a su paso serán más cortos y complicados.
Al momento en que pasó María, habían transcurrido diecinueve años desde que Puerto Rico había sufrido un embate directo de un huracán, entre María y Fiona solo cinco, a lo que se suman terremotos, dos años de pandemia y una recuperación a medias. No pasa desapercibido que miles de puertorriqueños recibieron a Fiona bajo la cobija de un toldo azul*, dependiendo de generadores eléctricos para subsistir y con la constante incertidumbre de qué pasará si “vuelve a pasar otro huracán”. La respuesta a esa última incógnita ya la sabemos.
Mientras finalizo este escrito ya tengo luz, como decimos los isleños, pero no dejo de pensar en todas las personas que siguen, y sin duda seguirán, a oscuras.
*Los toldos azules son repartidos por FEMA (Federal Emergency Management Agency) en lugares declarados por el gobierno federal de los Estados Unidos como zonas de desastres.