El Monumental Fracaso de la Presidencia de Donald Trump/The Monumental Failure of Donald Trump’s Presidency

(English follows)

El General Confederado Henry Lewis Benning se ganó la fama de ser uno de los defensores más fanáticos del esclavismo en el Sur. Justificando la rebelión contra su propio país, Benning dijo que “una separación del Norte es lo único que podría evitar la abolición de la esclavitud.” Hoy, una de las mayores bases militares de Estados Unidos, Fort Benning, lleva su nombre. Otras nueve instalaciones militares honran a confederados que defendieron la supremacía blanca y la esclavitud.

Más de siglo y medio después, Donald Trump se ha convertido en un fiel sucesor de Benning y la causa racista. Ya ha amenazado con vetar la renovación del presupuesto del Pentágono si las Fuerzas Armadas cumplen con su intención de retirar estos vergonzosos nombres de sus bases. Asimismo, Trump autorizó al gobierno federal arrestar a cualquiera que destruya un monumento en propiedad federal y castigarlo con 10 años de prisión.

Su fervorosa protección de monumentos y símbolos, se desvanece a la hora de preservar la herencia natural de nuestro país. Trump se ha convertido en un bulldozer humano al haber arrasado más monumentos nacionales que cualquier otro presidente. Su administración ha reducido los monumentos nacionales de Bears Ears y Grand Staircase-Escalante en dos millones de acres, incluyendo lugares sagrados para al menos cinco tribus indígenas, sitios de incalculable valor cultural y arqueológico.

Pero cuando se trata de destruir, nada supera la devastación de su medieval muro fronterizo. Este tajo en el espíritu y decencia de nuestro país está asolando y dinamitando algunos de los parajes naturales más bellos del hemisferio, y tumbas y lugares sagrados de la tribu Tohono O’odham en el Monumento Nacional de Organ Pipe Cactus, una reserva de la biosfera de la UNESCO. El presidente de la tribu, Ned Norris, Jr., comparó esta profanación con construir “un muro de 30 pies de altura alrededor del Cementerio Nacional de Arlington”.

Incalculable es también el daño que el muro está causando a la flora y fauna de la frontera, incluyendo la interrupción de las migraciones de decenas de especies, muchas de ellas en peligro de extinción, y la destrucción de cientos de saguaros, cactus gigantes que pueden vivir más de 200 años.

Aún y así, Trump ordenó la aceleración de la construcción de su muro para usarlo como cizaña racial. Para celebrar la construcción de 200 millas de barreras o refuerzos, viajó a Arizona para visitar el muro en medio de una pandemia que solo en ese estado ha matado a cerca de 2.000 personas e infectado a más de 105.000. Echando sal a la herida, Trump eligió Yuma, la cuna de César Chávez, héroe de los derechos civiles de nuestra comunidad, para estampar su firma en su muro racista y antiinmigrante.

Este enorme despilfarro del erario público (¿se acuerdan que todo esto lo iba a pagar México?) se ha apropiado de unos $18.500 millones, incluyendo $13.300 millones en fondos usurpados del presupuesto del Pentágono.

Pero a la administración se lo estamos haciendo lo más difícil posible para culminar sus delirios nacionalistas. Recientemente, la Corte Federal de Apelaciones del Noveno Circuito dictaminó que el intento de Trump de sortear al Congreso y transferir $2.500 millones en salarios y pensiones de las Fuerzas Armadas para la construcción del muro es ilegal. El dictamen del caso Sierra Club v. Trump también rechazó de plano el argumento de la administración que nadie puede demandar el descarado abuso de poder del presidente.

Un país en medio de la peor pandemia y recesión económica en un siglo, alzado contra la represión contra personas de color, delata el monumental fracaso de la presidencia de Donald Trump.

(English)

The Monumental Failure of Donald Trump’s Presidency

Confederate General Henry Lewis Benning earned the infamous reputation of being one of the most fanatic defenders of slavery in the South. Justifying the rebellion against his own country, Benning said, “A separation from the North was the only thing that could prevent the abolition of slavery.” Today, one of the largest military bases in the US, Fort Benning, is named after him. Nine other military installations honor Confederate soldiers who defended white supremacy and slavery.

More than a century and half later, Donald Trump has become the loyal successor of Benning and his racist cause. He has threatened to veto the Pentagon’s budget if the Armed Forces fulfill their intention to erase those shameful names from its bases. Trump also authorized his government to arrest any person who destroys a monument in federal land and punish them with up to 10 years in prison.

His fervor to protect monuments and symbols, however, fades away when it comes to safeguarding our country’s natural heritage. Trump has become a human bulldozer after devastating more national monuments than any other president. His administration has reduced the Bears Ears and Grand Staircase-Escalante national monuments by two million acres, including places sacred to at least five Native Tribes, sites of incalculable cultural and archaeological value.

But when it comes to destroying, nothing tops the devastation of his medieval border wall. This gash on our country’s spirit and decency is devastating and blowing up some of the Western Hemisphere’s most breathtaking landscapes, as well as burial and other sacred sites of the Tohono O’odham Nation at the Organ Pipe Cactus National Monument, a UNESCO-designated biosphere reserve. The chairman of the Tribe, Ned Norris, Jr., compared this desecration to “building a 30-foot wall along Arlington Cemetery.”

Also incalculable is the damage the wall is inflicting to the border’s wildlife, including the interruption of migratory routes of dozens of species, many of them endangered, and the destruction of hundreds of saguaros, a giant cactus that can live for more than 200 years.

Even so, Trump ordered the acceleration of the wall construction to use it as race bait. To celebrate the construction of 200 miles of barriers, he traveled to Arizona to visit the wall in the middle of a pandemic that so far has killed close to 2,000 people and infected more than 105,000 in that state alone. Pouring salt on the wound, Trump picked Yuma, the birthplace of César Chávez, my community’s civil and labor rights hero, to stamp his name on his racist, anti-immigrant wall.

This enormous waste of taxpayers’ money (remember he said Mexico would pay for it?) has appropriated some $18.5 billion, including $13.3 billion in funds illegally seized from the Pentagon’s budget.

We, however, are making it very hard for the administration to culminate its nationalistic delusions. Recently, in the case Sierra Club v. Trump, the Ninth Circuit Court of Appeals ruled that the president’s attempt to circumvent Congress and transfer $2.5 billion in military pay and pension funds for border wall construction is unlawful. The court also forcefully rejected the administration’s argument that no one can go to court to block the president’s blatant abuse of power.

A country in the midst of the worst pandemic and economic recession in a century, with millions marching in the streets demanding an end to repression against people of color, defines the monumental failure of Donald Trump’s presidency.