(English follows)
El reporte es devastador, y su prognosis, brutal. Debido a la crisis climática, “no podemos descalificar resultados catastróficos que amenazan la vida humana como la conocemos”, indica.
Y agrega que si no actuamos con urgencia, las emisiones de carbono en las próximas décadas “continuarán afectado el clima durante siglos de manera que podría ser irreversible”. Y concluye: “La tierra está en una trayectoria insostenible. Algo tendrá que cambiar si la raza humana va a sobrevivir”.
¿Quién preparó este reporte? ¿Climatólogos, la ONU, Greta Thunberg? No, fue JPMorgan Chase, el mayor financiero de proyectos de combustibles fósiles del mundo, que por fin, parece estar abriendo los ojos ante la amenaza que se cierne sobre la humanidad.
“El mayor reto es que el dinero es quien ostenta el poder”, dice Vivianna Plancarte, universitaria de Pomona College, California, y líder activista latina en el movimiento de desinversión en combustibles fósiles. “El dinero está demasiado concentrado y los que tienen el poder y el dinero tienden a olvidarse del resto del mundo”.
Plancarte y cientos de estudiantes más están presionando a sus universidades para que renuncien a sus inversiones en petróleo, carbón y gas fósil.
“Estamos educando al estudiantado, celebrando conferencias y reuniones para que la gente opine y esté informada sobre el movimiento de desinversión”, indica Bridget de la Torre, otra líder estudiantil de Boston University.
Durante décadas, la industria de combustibles fósiles ignoró y despreció las súplicas de la comunidad científica y ecologista para hacerles entender que su modelo comercial incluye la destrucción de la atmósfera del planeta. Solo quedó una opción: tratar de cortar el flujo de financiación a esta industria. Y los resultados han sido espectaculares.
El mismo JPMorgan Chase, el mayor banco de Estados Unidos, anunció el mes pasado que no financiará las explotaciones petroleras en el Artico y abandonará proyectos carboneros, como minas o plantas térmicas. Además informó que invertirá $200 mil millones en la acción climática, además de vivienda, educación y cuidado de la salud.
“Me involucré en el activismo para prevenir el cambio climático en mi comunidad”, dice Plancarte, originaria de El Centro, California, una comunidad rural mayoritariamente latina que sufre desproporcionadamente el impacto de la crisis climática. “Reducir el cambio climático es algo que persigo con pasión. Quiero que se respeten los derechos humanos de todos”.
Esta presión se sigue apuntando victorias. En los últimos tres meses, la mitad de los seis mayores bancos de Estados Unidos han renunciado a financiar explotaciones petroleras en el Artico —Goldman Sachs, Wells Fargo y el mencionado JPMorgan Chase.
Además, como parte de las celebraciones del 50 aniversario del Día de la Tierra, el movimiento internacional juvenil de la huelga por el clima celebrará un día de acción el 23 de abril para cortar la financiación de combustibles fósiles.
Estudios demuestran que aferrarse a estas inversiones obsoletas es un error. Según la International Endowment Network, los fondos universitarios que se centran en la sustentabilidad —y no solo en el lucro— igualan o mejoran los resultados de portafolios que dependen de inversiones en combustibles fósiles.
“Quiero resolver este problema”, dice de la Torre. “A esto voy a dedicar mi carrera. Me he dado cuenta de que este activismo me hace sentir más cómoda y valiente”.
“Cuando ves a otras personas trabajar por el mismo objetivo, te sientes más empoderada, que puedes superar las adversidades y te permite dar una muy poderosa declaración política”, concluye Plancarte.
Ellas y tantos otros jóvenes de todo el mundo nos están dando la mayor lección generacional de la historia. Sería un pecado imperdonable ignorar esta súplica por el futuro de la humanidad.
An Unforgivable Sin of Neglect
Get ready for a devastating report. As a consequence of the climate crisis, “we cannot rule out catastrophic outcomes where human life as we know it is threatened,” it reads.
If we fail to act with urgency, it adds, carbon emissions in the upcoming decades “will continue to affect the climate for centuries to come in a way that is likely to be irreversible.”
“The earth is on an unsustainable trajectory. Something will have to change at some point if the human race is to survive,” it concludes.
Who’s behind this report? Climatologists, the UN, Greta Thunberg? Nope, it’s JPMorgan Chase, the world’s largest investor of fossil fuel projects, who, finally, is opening its eyes to the climate threat we all face.
“The biggest challenge right now is that money is holding the power,” says Vivianna Plancarte, a junior at Pomona College, California, and a Latina activist in the fossil fuel divestment movement. “The money is too concentrated. And those with the power and money tend to disregard the rest of the world.”
Plancarte and hundreds of fellow students are pressuring their schools to drop their investments in oil, coal and fracked gas.
“We have been educating the student body, holding teach-ins, conferences, town halls, so people can talk and be informed about the divestment movement,” says Bridget de la Torre, another student leader from Boston University.
For decades, the fossil fuel industry has ignored and snubbed the pleas from the scientific and environmental communities to make it understand that its business model entails the destruction of the planet’s atmosphere. There was only one option left: try and cut the flow of money to this industry. The results have been spectacular.
JPMorgan Chase itself, America’s largest bank, last month announced that it will not fund oil extraction in the Arctic and that it will abandon coal projects, such as mining and power plants. It also informed that it will invest $200 billion in climate action projects, as well as housing, education and healthcare.
“I got involved in activism because by preventing climate change I am making an impact back home,” says Plancarte, originally from El Centro, California, a rural, overwhelmingly Latino community that is disproportionately impacted by the climate crisis. “Reducing climate change benefits everybody and that’s something I’m very passionate about. I want everybody to have their basic human rights met.”
This social pressure keeps scoring victories. In the last three months, responding to calls from the Gwich’in Nation, half of the US six largest banks — Goldman Sachs, Wells Fargo and JP Morgan Chase itself — have announced that they will refuse to finance oil extraction in the Arctic National Wildlife Refuge.
Furthermore, as part of the 50th anniversary of Earth Day celebrations, the international youth climate strike movement will hold a day of action on April 23er to stop the money pipeline, targeting the big banks that finance dirty fossil fuel infrastructure.
“I want to solve this problem,” says de la Torre. “So that’s what I am going to dedicate my career to, and I’ve found out that this activism makes me feel more comfortable with myself and become more outspoken.”
“When you see other people similar to you working for the same goal, you feel more empowered, you feel that you can overcome adversity and this allows us to make a very powerful political statement,” concludes Plancarte.
They and so many other young people around the world are teaching us history’s most relevant generational lesson. It would be an unforgivable sin to ignore this plea for the future of humanity.