En mis casi 20 años escribiendo sobre justicia medioambiental, pocas veces un tema me ha producido tanta tristeza como este. Los 100,000 habitantes de Flint, Michigan, viven con el agua al cuello. Y a los hispanos les ha tocado la peor parte.
“Lo que se ha hecho aquí es completamente vergonzoso porque ha habido una total indiferencia por el sufrimiento de esta comunidad”, dice Art Reyes, natural de Flint y activista del Centro de Democracia Popular.
En Flint, una ciudad abrumadoramente pobre y minoritaria, hemos presenciado un catastrófico colapso del deber primordial de cualquier gobierno: garantizar la seguridad de la comunidad a la que sirven.
Todo empezó en abril de 2014 cuando el gerente municipal de Flint —una especie de sátrapa nombrado a dedo por el Gobernador Rick Snyder para supervisar al Concejo Municipal— aprobó empezar a usar el río Flint como la fuente de agua potable para así ahorrar unos $5 millones.
Tras décadas de servir como alcantarilla de las industrias locales, el agua del río resultó ser altamente corrosiva. Las viejísimas tuberías de plomo del sistema de distribución comenzaron a erosionarse y con el tiempo el agua adquirió elevadísimos niveles de plomo, cobre y cromo. Para octubre de 2014, la planta local automotriz de GM decidió no usar más el agua de Flint porque estaba corroyendo sus componentes.
Casi dos años más tarde, y gracias a la negligencia de un gobierno estatal que se negó a actuar en consecuencia, los habitantes de Flint tienen peligrosos niveles de plomo en la sangre.
“Mientras los niños estaban en las escuelas bebiendo agua contaminada con plomo, el gobierno estatal estaba más preocupado de los aspectos de relaciones públicas que de la salud pública”, indica Reyes.
Niños hispanos recogiendo agua de un centro de distribución en Flint (Foto: Heather Wilson/@nomadphotog)
La crisis es especialmente grave para la pequeña, pero muy vulnerable comunidad hispana de Flint. Debido a que muchos de ellos son indocumentados y no entienden inglés, fueron los últimos en enterarse de que estaban envenenándose al beber el agua.
“Cuando se convirtió en noticia internacional, familiares empezaron a llamar desde México y otros países para alertar a sus seres queridos”, dice Reyes. “Así fue cómo se enteraron muchos de ellos”.
Grupos cívicos como el de Reyes empezaron a traducir los avisos que advertían que solo se bebiera agua embotellada. Aún así, y debido a que para recoger las botellas se requería documentación y a rumores de que se estaba arrestado a indocumentados, muchas familias rechazaron esta opción. Por fortuna, iglesias locales empezaron a distribuir agua embotellada sin requerir documentación alguna.
“Tras unos 28 días, detectar el plomo en la sangre es muy difícil, pese a que el daño puede ser severo”, advierte Reyes. Análisis independientes llegaron a registrar niveles hasta 900 veces más altos que los estándares federales en el agua de Flint.
Cuando un niño sufre envenenamiento de plomo severo, el riesgo es enorme de condenársele a una cadena perpetua de daños cerebrales, incluyendo dificultades de aprendizaje, disminución de inteligencia y comportamiento violento. Y los habitantes de Flint presencian esta tragedia impotentes y frustrados por un gobierno estatal inepto y hasta cruel.
“El agua tóxica de Flint es de las más caras del país”, dice Reyes. “Por término medio cuesta $140 al mes”.
Reyes y el resto de Flint Rising —la alianza de grupos cívicos que trabaja para traer alivio y justicia a las familias de Flint— exigen medias inmediatas para atajar esta crisis, incluyendo las siguientes:
• El reemplazo inmediato del sistema de distribución de agua de la ciudad, incluyendo las tuberías de todos los hogares. El ahorro de $5 millones acabará costando unos $1,500 millones, según funcionarios municipales.
• Atención médica y educacional a corto y largo plazo para los niños de Flint afectados por el envenenamiento de plomo.
• Asegurar a las aterradas familias de Flint que las soluciones a esta crisis se van a adoptar de inmediato.
• Y asegurarse de que se van a exigir responsabilidades a los responsables de esta tragedia.
Mientras tanto, Flint sigue con el agua al cuello.